'Camino escolar', 'Eskolara oinez', 'Oinbusa'... En muchas localidades guipuzcoanas, a iniciativa de los ayuntamientos y, sobre todo, de algunos centros escolares, se están dando respuestas propias a lo que los expertos consideran uno de los primeros pasos en la 'reconquista' del espacio urbano por los más pequeños, algo que hasta hace un par de décadas era habitual y hoy se ha convertido en exótico: ir andando a la escuela. Un segundo estadio, ir a la escuela solos o muy discretamente 'vigilados' por los adultos, significaría un gran avance en materia de autonomía.
Según datos aportados por Tonucci, que datan de hace más de una década pero siguen siendo indicativos y no es previsible que hayan mejorado, en una ciudad occidental media solo el 12% de los niños y niñas de entre 6 y 10 años van solos a la escuela; el 17% va a pie en compañía de sus padres y al mayoritario 70% restante le llevan en coche o en bus. Cuanto más acomodado y presuntamente seguro es el barrio, menos niños caminan solos, y viceversa. Significativo.
Entre las iniciativas guipuzcoanas que buscan revertir esa tendencia se encuentra la de Floreaga Ikastetxea, de Azkoitia, que ha estrenado 'Eskolara Oinez' este curso. El centro recogió el guante que, en el marco del programa Agenda 21 Escolar, lanzaron los propios chavales y, haga sol, llueva o hiele, todas las mañanas pone en marcha tres 'expediciones' que, cubriendo otras tantas rutas que los chavales ayudaron a definir y se establecieron con el asesoramiento de los técnicos municipales , llevan a las puertas del centro a varias decenas de niños y niñas. Es un viaje solo de ida; la vuelta a casa no se organiza en grupo. Los más pequeños tienen que ir acompañados por un adulto. Los mayorcitos se despiden sin aparente pena de padres y madres. En cuanto llegan al punto de cita, hacen sus pequeñas cuadrillas y se dirigen hacia la escuela en un ambiente que nada tiene que ver con las malas caras, las prisas y los enfados que con mucha frecuencia acompañan a uno de los primeros trámites familiares de la jornada.
Esa es, según Olatz Zabaleta, profesora y madre del centro y responsable de la experiencia, empezar el día con buen talante, es una de las ventajas de la misma. No es la única. Entre otras cosas, se retiran del núcleo urbano muchos coches, que en el caso de la zona de Azkoitia donde se encuentra en centro es un gran alivio y los niños aprenden a desenvolverse mejor en la calle y a ser más autónomo. En el caso de Azkoitia, y en otros muchos, sin el compromiso de los padres la experiencia no sería posible, y de que lo mantengan depende que tenga continuidad.
Son padres y madres voluntarios los que se visten el chaleco reflectante y se cuelgan el silbato con el que, a las 8:45 en punto, ponen en marcha las columnas de pequeños caminantes. Ese es, de hecho, el único material que necesitan, el único gasto en el que han incurrido. En otras localidades han optado por formulas distintas, -permanentes o, como en San Sebastián, ocasionales y vinculadas a campañas concretas- pero, en todos los casos, están tratando de recuperar paso a paso algo que, hasta que se cedieron las calles a los coches y al miedo, era una de las cosas más naturales del mundo.
