Oiasso pidió protección a la Diosa Isis

Con la luz de las antorchas sumándose a la del atardecer, los ciudadanos de Oiasso se dieron cita ayer en el circo desde el que comenzó la Navigium Isidis. Ataviados con sus mejores túnicas, desfilaron detrás de una tropa del ejército romano y una biga arrastrada por dos caballos.

Ese circo romano era, en realidad, la plaza San Juan de Irun; y los ciudadanos de Oiasso, irundarras que disfrutaron y dieron vida al acto central de los Dies Oiassonis. La procesión en honor a la Diosa Isis contó este año con novedades: en lugar de desde el Museo Oiasso, partió del circo romano que forma parte del programa de las jornadas. Allí, Apuleyo, el escritor romano cuya obra 'El asno de oro' es el referente para conocer con exactitud la Navigium Isidis, cobró vida para explicar a los presentes los detalles del rito.

Lo primero que hay que aclarar es que, si bien Isis es una deidad egipcia, «también era venerada en la Antigua Roma», explicó el personaje de Apuleyo. Era la protectora de la navegación y los marineros. Durante el invierno, el mar se cerraba a la navegación. Unos meses después, se celebraba la Navigium Isidis, «en la primera luna llena después del equinocio de la primavera. Solemnemente, se abría el mar a la navegación de forma oficial». La ceremonia se celebraba «en todos los puertos de mar, entre ellos el de Oiasso», y a través de la misma se pedía a Isis protección para los marineros.

Tras estas explicaciones, Apuleyo convocó a los «fieles seguidores de la Diosa Isis, valerosos, ¡guiadnos y acompañadnos a su encuentro!». Así, los ciudadanos siguieron a la tropa de guerreros que encabezaba el desfile hasta el Museo Oiasso. Allí les esperaba una reproducción de Isis que, portada por cuatro 'romanos', se unió a la procesión. «¡Pueblo de Oiasso, aclamad conmigo! ¡Isis, Isis...!».

Como si las llamas de las antorchas, el mimo y el cuidado puesto en todos los detalles de la recreación y la música ambiente no fueran suficientes para dotar de espectacularidad al acto, en ese momento el eco de los truenos se unió a la solemne banda sonora. Bajo unos nubarrones que eclipsaron la luz del atardecer cediendo todo el protagonismo a las antorchas, la procesión de Isis descendió desde el Museo Oiasso hasta el puente situado sobre el canal de Dunboa. El sumo sacerdote, su séquito y el también Dios egipcio Anubis, representado por otro sacerdote con una cabeza de chacal, cerraban la comitiva.

Desde el puente de Dunboa, se realizaron las ofrendas a la Diosa Isis y los votos de apertura del mar. En el río, una embarcación decorada con pinturas egipcias esperaba a ser purificada como parte del ritual. Sobre ella se arrojaron, desde el puente, «un huevo, azufre y leche», continuó explicando Apuleyo. Los romanos pidieron a Isis que el mar «respete las vidas» de los navegantes «y les proporcione alimento». A modo de respuesta, otro trueno retumbó desde el cielo y, esta vez sí, comenzaron a caer algunas gotas que, tras un día caluroso, fueron más bien una bendición. La Navigium Isidis concluyó con el retorno de la procesión hasta el Museo Oiasso.

Los Dies Oiassonis celebran hoy su última jornada con un programa de actividades que se prolongará hasta primera hora de la tarde. El circo romano instalado en San Juan, frente al Ayuntamiento, ofrecerá su última sesión a las 13.00 horas.

Muy cerca de allí, en el entorno del Museo Oiasso, desde las 11.00 horas habrá talleres y recreaciones que permitirán a los visitantes sentirse como ciudadanos de la Antigua Roma. A las 12.30 horas tendrá lugar una representación teatral para todos los públicos; y a las 11.30 horas y a las 14.00 horas, exhibiciones sobre gladiadores y el ejército romano.