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“Lo más gratificante de ser profesora de música es el trato humano, las relaciones que se forjan con los alumnos” PDF Imprimir E-mail
Escrito por Administrator   
Viernes, 17 de Mayo de 2019 08:37

Noticia publicada en Diario Noticias de Gipuzkoa,el jueves día 16 de Mayo de 2019.

MERCHE RECARTE ACORDEONISTA Y PROFESORA DE MÚSICA

“Lo más gratificante de ser profesora de música es el trato humano, las relaciones que se forjan con los alumnos”

La acordeonista, profesora y directora de la Orquesta de Acordeones Irungo Atsegiña, Merche Recarte, ha sido homenajeada con el premio Irungo Erraldoiak 2019
JON GUEZALA - Jueves, 16 de Mayo de 2019 - Actualizado a las 06:03h
Merche Recarte, en el centro, rodeada por antiguos alumnos, familiares y su compañera de trabajo en Irungo Atsegiña.
Merche Recarte, en el centro, rodeada por antiguos alumnos, familiares y su compañera de trabajo en Irungo Atsegiña.
Merche Recarte, en el centro, rodeada por antiguos alumnos, familiares y su compañera de trabajo en Irungo Atsegiña.
IRUN- La irundarra Merche Recarte es profesora de música en Anaka desde su juventud. Su academia, con más de tres décadas de historia, no ha interrumpido nunca su actividad.
¿Cómo comenzó su relación con la música?
-A mí me gusta la música desde que tengo uso de razón. En mi familia no había músicos a excepción del aitona por parte del aita, que tocaba la trompeta, aunque falleció cuando yo era un bebé. No sé si me vendrá de ahí, pero yo tenía muy claro que quería dedicarme a la música, así que a los nueve años empecé a estudiar solfeo y acordeón con José Antonio Canaura en la escuela municipal.¿Siempre tuvo claro que quería ser profesional de la música?
-Sí, y además en casa siempre me apoyaron, tuve mucha suerte. Después de avanzar mucho en el acordeón con Canaura y de terminar de aprender lenguaje musical con él, me pasé a estudiar a Donostia, con Francisco Escudero. Allí hice la carrera de acordeón y, como segundo instrumento, aprendí a tocar el piano.
Tengo entendido que empezó a interesarse por las formaciones orquestales desde muy joven.
-Eso lo saqué de otro de mis maestros, Mikel Bikondoa, que fue el que empezó a llevarme a concursos internacionales con la Orquesta de Acordeones del Conservatorio de Superior de Donostia. Estuve muchos años en aquella orquesta y, con el tiempo, me entró la inquietud de empezar a montar mis propios grupos. Al mismo tiempo empecé a trabajar como profesora porque también había que colaborar en casa.
La Orquesta de Acordeones Irungo Atsegiña, de la que usted es fundadora, debutó en 1979. ¿Fue ese también su primer concierto como directora?
-Sí, tendría veintipocos entonces. Tengo un recuerdo muy bonito no solo por ser la primera vez que fui directora sino porque todos los miembros de la orquesta eran alumnos míos de Irun, de Donostia y de Bera. Les metía mucha caña;los ensayos que hacíamos eran de dos horas, pero siempre los alargaba hasta que el repertorio saliera como tenía que salir. Gracias a eso pudimos viajar bastante tocando por Europa.
Además de ser intérprete y directora, también es profesora desde muy joven.
-Empecé dando clases particulares en casa de mis padres y también daba clases a domicilio en Donostia. Alguien me comentó que en Bera no había profesor de acordeón y también empecé a dar clases allí, en casa de unos alumnos, la familia Burguete, que me dejaron toda una habitación para mí. Siempre les estaré muy agradecida por ello.
¿Qué es lo más gratificante de su trabajo?
-La relación humana. Mis alumnos y alumnas. No tengo ninguna duda. Que un antiguo alumno te pare y te salude por la calle es lo más bonito que te puede pasar.
El pasado 27 de abril Irungo Atsegiña le galardonó con el premio Irungo Erraldoiak. ¿Cómo lo recibió?
-Super emocionada. Fue un día para recordar. El aita fue directivo de la sociedad durante muchos años y yo la conozco desde mucho antes de formar la orquesta de acordeones. Cuando crecí y empecé a organizar kalejiras y orquestas nunca me dijeron que no a nada. Este reconocimiento ha sido especial, aunque considero que no es solo mérito mío.

GIPUZKOANDO

Una playa. La de Hondarribia. La ama era forofa de la playa y siempre nos llevaba a esa.
Un monte. Peñas de Aia. El aita y el aitona solían subir muchos domingos a una de las peñas más pequeñas y menos conocidas, la Peña de Recar.
Un paisaje. La vista desde el mirador de la ermita de San Marcial.
Una fiesta. Sanmarciales, sin duda. Mi hermana fue cantinera.
Un lugar. Irun, una ciudad que me lo ha dado todo, y, dentro de ella, el barrio de Anaka, en el que siempre me he encontrado en casa.
 
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