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Noticia publicada en Diario Vasco,el domingo día 8 de Septiembre de 2019.

«Parar unos minutos al día es algo esencial para todo el mundo»

Iciar Garcia ya lo tiene todo preparado en su centro de yoga para iniciar mañana el nuevo curso. / F. DE LA HERA
Iciar Garcia ya lo tiene todo preparado en su centro de yoga para iniciar mañana el nuevo curso. / F. DE LA HERA

ICIAR GARCIA EL ARTE DE PARAR Y HACER YOGA | DEJÓ LANZAROTE PARA INSTALARSE EN IRUN Y CAMBIÓ LAS OLAS DEL MAR POR LA TRANQUILIDAD DE UNA SALA DE YOGA, LA DE SU CENTRO EN DUNBOA

YLENIA BENITODomingo, 8 septiembre 2019, 19:39
'Lo siento mucho, perdón, gracias, te quiero'. Son algunas de las palabras más difíciles de decir, pero también son parte de un arte muy antiguo. El arte de la resolución de problemas, el Ho' oponopono. Este canto, esta especie de mantra, surgió en Hawái. Sí, allí donde nació el surf también se creó el arte de la reconciliación y el perdón. Puede que el surf y el yoga se entiendan mejor de lo que pensamos. En el caso de nuestra protagonista, Iciar Garcia, se han entendido tan bien que juntos han creado el camino que la ha traído hasta aquí. A su centro de yoga en Irun, un pequeño oasis en el bullicio de la ciudad situado en Dunboa.
-Detrás de un enorme árbol...
-...está mi local, sí. Parece que lo hubiéramos puesto aposta. Una gran casa de pájaros que no veas qué bien suenan a primera hora. En la clase de la mañana, la mayoría de la veces, no pongo música. El sonido de los pájaros es genial.
«Decidí venir a Irun sin decidirlo, la vida me metió en un embudo y llegué hasta aquí sin pensarlo»
-Tan relajante como el sonido de las olas, ese que tanto has escuchado tú.
-Pues sí, durante los diez años que viví en Lanzarote lo que escuché cada día.
-Pero una no se marcha a Lanzarote a hacer yoga, ¿verdad?
-(Risas) No, el yoga llegó por casualidad. Pura casualidad. He hecho deporte desde siempre. Con 8 años, más o menos, ya empecé a jugar a baloncesto y lo cierto es que he practicado muchísimos deportes. Cuando me fui a Lanzarote, enseguida me puse a dar clases de surf.
-Con una tabla bajo el brazo, ¿cómo descubres el yoga?
-Yo vivía en un pueblito, en Famara, en el que no había mucha cosa. Había un hombre de 72 años que daba unas clases de yoga y como no había mucho más... ¡me apunté!
-¿72 años?
-(Risas) Sí y no solo eso. Era un hombre que había tenido un accidente en ala delta y al que le habían dicho que no iba a poder caminar de nuevo. En su empeño por recuperarse, descubrió el yoga, empezó a practicar y... ¡se recuperó! Estaba tan agradecido al yoga, que daba clases gratuitas en Famara.
-Vaya historia... Con estos ingredientes, normal que te engancharas.
-Me enganché en seguida, sí. El problema es que al tiempo se marchó. Era un alemán que pasaba temporadas en Lanzarote, así que a los meses abandonó la isla.
-¿Abandonaste el yoga?
-No, para nada. Empecé a buscar la forma de continuar. Entonces encontré a Camino, una profesora que iba a Famara los martes. Camino es la primera profesora titulada por Pattabhi Jois, que a su vez es un discípulo de Krishnamacharya.
-Suenan importantes esos nombres...
-Lo son. Krishnamacharya es uno de los grandes. Bueno, no, es un grande. Esas clases fueron otro nivel para mí. Ahí es cuando empecé a estudiar, a leer, a viajar... Así hasta que llegué aquí sin querer, porque esto no era algo buscado. La vida me ha traído hasta aquí.
«El curso pasado he aprendido mucho dando talleres de cómo gestionar el estrés en empresas»
-¿Pero qué hizo la vida para traerte de vuelta a Irun?
-Mira, decidí venir a Irun sin decidirlo. La vida me metió en un embudo y llego aquí. El caso es que, después de siete años, me quedé sin trabajo en Famara. Y no sólo eso, también me quedé sin casa. En ese momento, con todo ese batiburrillo en mi cabeza, vine a Irun a pasar unas navidades. Y es aquí cuando empiezo a plantearme la posibilidad de abrir mi propio centro de yoga. Allí en Lanzarote ya daba algunas clases sueltas, pero nunca había pensado ponerme por mi cuenta hasta que llegué aquí. Empecé a mirar locales y éste apareció enseguida. Lo vi, lo vi claro. Me lo imaginé casi sin esfuerzo, así que me planteé en serio el volverme a Irun.
-Una respiración profunda y...
-Decido volver a Irun. Recogí todas mis cosas en Lanzarote después de diez años allí. Volví ligera de equipaje, pero con la ilusión de montar mi centro de yoga. Mi pareja, Iñaki, me ayudó a pintar y a hacer los arreglos que necesitaba y me lancé.
-¿Cómo fue el primer día?
-Pues desde el primer día tuve gente, no me puedo quejar. No sé, son esas cosas que suceden porque estás en el momento y el lugar adecuado. Es ese instante y yo estaba en ese instante. Además, el boca a boca me ayudó mucho. Yo siempre he estado vinculada al mundo del deporte y conozco a mucha gente, así que entre redes sociales y el boca a boca empezó a llegar gente. El año pasado tuve hasta listas de espera.
-La vida te puso en el camino correcto, ¿sí?
-Bueno, lo cierto es que yo en Lanzarote estaba estancada. Estaba en un trabajo cómodo, pero como persona había dejado de crecer o evolucionar. La vida me ha traído hasta aquí para que siga aprendiendo. Y esto es un aprendizaje diario.
-¿Qué cosas te ha enseñado durante este año y medio?
-Uy, cosas que ni imaginaba. A raíz del centro, me han salido cosas muy interesantes con las que he aprendido mucho. Por ejemplo, he estado dando talleres de gestión del estrés en empresas. Es algo que me ha encantado, he aprendido mucho y me he tenido que formar mucho también. Tampoco me esperaba dar clases privadas de yoga y las he dado. Es algo que económicamente no está a disposición de todo el mundo, pero varias personas se han acercado con cosas muy específicas: problemas de columna, estrés, ansiedad... Con el yoga hemos intentado darle la vuelta a esos problemas y ver el cambio en la gente ha sido increíble.
-Has mencionado el estrés, ¿es uno de los grandes problemas de hoy?
-Seguramente. Mira, yo abrí el centro pensando en dar clases de yoga, pero con la experiencia en empresas y con mis alumnos y alumnas, este año me estoy planteando dar clases para aprender a respirar y gestionar el estrés. Con la vida que llevamos, no paramos ni un momento y hay que parar.
-¿Parar? ¿Qué es eso?
-Es algo esencial para todo el mundo. Llegar a casa y sentarte en el sofá parece algo impensable, pero no debería. No hay que ponerse en ninguna postura meditativa, solo hay que sentarse sin radios ni tele. Parar sin nada que te distraiga, simplemente observar cómo respira tu cuerpo y dejar pasar los pensamientos.
-¿Con qué edad podemos empezar a parar?
-(Risas) El yoga es para todo el mundo. Seguro que has visto a esa profesora de 100 años dando clases de yoga. ¡Qué maravilla! Es verdad que según las dolencias o las necesidades se hacen variaciones, pero desde los 4 añitos ya se puede empezar.
-¿El yoga es para los más pequeños también?
-¡Claro! Aquí tenemos clases de yoga para niños y niñas y son una gozada. Les viene fenomenal. Les ayuda a parar y a jugar. Intentamos que se diviertan con canciones, cuentos, pinturas... Y luego, poco a poco, metemos posturas, les enseñamos algo de compañerismo, amistad...
-La de cosas que suceden tras este árbol de la calle San Pedro.
-Y que sigan sucediendo. Mañana lunes comienza el nuevo curso. Me siento muy afortunada de compartir este centro y que la gente me siga enseñando cosas.
 
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