Publicado originalmente en euskera en bidasoa.hitza.eus.
Urko se marchó de Irun hace 30 años. Al principio, por los estudios, y después, en plena búsqueda asociada a la identidad. Componente del colectivo Post Op, actualmente trabaja en el empoderamiento y acompañamiento de cuerpos disidentes.
Elena/Urko es una activista transfeminista y postporno irundarra. Lleva veinte años viviendo en Barcelona y actualmente trabaja en torno a la sexualidad, el empoderamiento y la representación de cuerpos disidentes. El año pasado, coincidiendo con la creación de la asociación Lumak Haize, tuvo lugar en Mosku, y ha notado una evolución en la libertad de expresión.
¿Cuándo comenzó el camino del activismo postporno?
El camino comenzó con una búsqueda. Marché desde Irun en busca de algo, de algo que ni siquiera sabía lo que era, pero tenía claro que en ese momento me era imposible encontrarlo donde vivía.
Mientras me buscaba, y estaba en un contexto en el que podía ser yo, empecé mis estudios universitarios de Bellas Artes. En Pontevedra (Galicia) y Valencia (Países Catalanes) tuve un grupo fuerte de profesores y profesoras que me hicieron conectar con el feminismo y el pensamiento queer a través de prácticas artísticas. Esa semilla fue creciendo en esos años, y cuando llegué a Barcelona en 2003, por primera vez sentí que por fin había encontrado mi sitio. Llegué en pleno momento de ebullición de eventos queer y transmaricabollos. Desde museos pasando por instituciones hasta acampadas o jornadas en espacios ocupados.
En este contexto se celebró el maratón postporno en el Macba de Barcelona, con Paul B. Preciado como organizador. De esta forma, puso nombre a diversas inquietudes y formas de entender nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Sentimos la necesidad de trasladar estas preguntas al espacio público. Dábamos una mirada crítica al porno dominante y después proponíamos otro tipo de pornografía, personajes que salían no sólo del binarismo de género, sino también del trans espacio o el ciborg, ampliando las prácticas a través de nuestros cuerpos multiprotésicos. Empezamos a trabajar con la performance, sobre todo para seguir con la creación de vídeo y los talleres corporales.
Hoy en día sigo trabajando en torno a la sexualidad, pero de una manera más formal. Doy clases de educación sexual a niños y niñas, adolescentes y adultos y creo espacios para que las personas se encuentren entre sí. Hago talleres sobre el cuerpo, por ejemplo, BDSM. También organizo encuentros entre cuerpos e identidades disidentes.
Pertenecéis al colectivo Post Op y fuisteis les primeres en trabajar prácticas pornográficas disidentes. ¿Cómo fueron los inicios?
Post Op surgió en una orgía posterior al maratón postporno. Fue en un momento de subidón. En aquella época pensábamos que era muy necesario que nuestro discurso llegara a lugares a los que hasta entonces no llegaba. Nuestro discurso cuestiona las formas rígidas de entender el sexo, el género y la sexualidad. Queríamos llegar a un público que no va a entrar a casas sociales ocupadas o a una conferencia en un museo. Por eso empezamos a apropiarnos del espacio público a través de la perfomance. Teníamos muchas ilusiones y también un poco de inocencia. Quizá, por fuera, parecía que éramos ciberpunks, gente que andaba follando y mezclando rincones, pero por detrás había mucho discurso. Nos lo creíamos mucho cuando lo hacíamos. Más tarde trasladamos todo esto a los talleres de cuerpos y para mí todo fue más gratificante porque los cambios que se producían en las vidas de la gente eran evidentes. En esos talleres todes sentíamos haber vivido un antes y un después.
Eran inocentes, ¿por qué?
Pensé que cambiaríamos el mundo. Para mí era tan significativo... Estaba experimentando y cuestionando mi identidad, mi expresión de género, o mis prácticas sexuales. Ahora apuesto más por las micro-políticas y apuesto por cambiar lo que tengo cerca. Con hacer más estimulantes mis vidas y las de la gente me basta.
¿Por qué es importante reivindicar el postporno?
Para mí el postporno es una reacción surgida de unos feminismos y de unas personas ligadas a la disidencia sexual. El porno que encontrábamos a partir de los años 2000 era comercial, muy normativo, y que perpetuaba los estereotipos relacionados con el sexo y el género. Al mismo tiempo, era el porno que perpetuaba los parámetros del cuerpo normal. Algunos cuerpos se veían como deseables y otros se hacían invisibles o eran cuerpos a un lado. En las prácticas sexuales, además, quedaban excluidos muchos cuerpos y prácticas. El porno construía una sola verdad, y hacía creer que el sexo es sólo eso. Por ejemplo, había películas porno en las que había mujeres trans, pero rara vez estas formaban parte de la producción y no decidían en primera persona lo que querían mostrar y lo que no. También se veían los y las que tienen diversidad funcional, pero se leía como porno friki o raro. El porno es una industria que mueve mucho dinero y no veo sentido a las políticas que lo prohíben. Entonces decidimos agarrarnos al porno, hacerlo nuestro para crear otro porno. Queríamos que ese porno fuera el creado en primera persona de quienes nos han tratado como invisibles, marimachos, no binarios, trans, personas gordas... Empezamos a mostrar nuestros cuerpos y nuestras prácticas como deseables, bellas y atractivas.
Para mí crear este tipo de porno es muy importante para encontrar referentes que hablen de nuestros cuerpos y de nuestras prácticas. Si no, interiorizarás que tu cuerpo no es deseable, que no se puede sexualizar, y entenderás el sexo como algo que no te toca. Por ejemplo, yo creo que los trabajos más potentes son las alianzas que permite el postporno entre personas con diversidad funcional.
El postporno crea alianzas entre cuerpos disidentes, personas intersexuales, bolles o con diversidad funcional. Es común que no veamos representados nuestros cuerpos, o que los hayamos interpretado desde la rareza. Estos cuerpos comenzaron a consumir un porno producido por activistas queer y cripp. En estas producciones del postporno los cuerpos disidentes no son un problema y se leen como una oportunidad para ampliar las prácticas pornográficas y la imaginación. Si creamos porno que contribuyan a extender el concepto de cuerpos deseables, el porno los empoderará para la disidencia sexual y los cuerpos disidentes y romperá esquemas a quienes viven bajo la norma. Fomentaríamos una sexualidad que fuera de mayor placer para todos, todas y todes.
El acceso al porno es fácil. ¿Y a postporno?
Postporno, con la etiqueta postporno no aparece en las páginas principales porno, pero sí que hay otras mil etiquetas. El postporno tiene unas características muy concretas. En primer lugar, el objetivo del postporno no es la masturbación, sino que tiene fines críticos y cuestionantes. En segundo lugar, el postporno parte de Do It Yourself (Hazlo tú misme) contra el capitalismo. La producción postporno se realiza sobre todo en Barcelona y Latinoamérica, y es cierto que el acceso a estas producciones no es tan fácil para alguien ajeno a este contexto. Pero encontrar queer con porno con perspectiva y perspectiva transfeminista es hoy más fácil. Cuando un o una joven se ponga a buscar porno, se encontrará con el que predomina, y yo creo que es el que menos interés tiene, es el que menos le va a dar. Es lo que tendremos que buscar el porno que nos dé más, porno producido con buenas condiciones. Así que tendremos que pagar por el porno. Si queremos buenas condiciones laborales para los, las y les que trabajan en la producción de porno, que los, las y les actores decidan qué escenas quieren grabar y cuáles no. Si queremos porno basado en el consentimiento y el deseo tendremos que recurrir a otras páginas porno y tendremos que pagar. El acceso es más complicado, pero existe.
Por otro lado, sé que hay una especie de alarma sobre el acceso de los y las jóvenes al porno. El problema no es el porno, lo que pasa es que la única educación sexual a la que tienen acceso es al porno. Es necesario incluir la educación sexual en los programas educativos. La educación debe ser más transversal desde la juventud. El placer, entender que hay que poner límites, entender lo que quieres y lo que no, y hablar de todo eso.
Tú te sexualizaste de Irun hace 30 años. ¿Con qué persecuciones te encontraste?
Era muy diferente a los tiempos actuales. Entonces, las cosas relacionadas con ser gay, lesbiana o trans, o no tener una cuadrilla consolidada, eran muy diferentes. Irun se me quedaba cojo y sabía que tenía que irme de aquí para poder ser yo. Para mí Irun no era un lugar LGTBfóbico, pero sí que sentía que tenía que buscar algo fuera, que no estaba aquí. Nunca imaginaba que acabaría haciendo postporno, o trabajando en educación sexual y prácticas BDSM.
¿Qué ha cambiado en Irun?
Todo ha cambiado. ¡Sí, se hace una manifestación el 28 de junio! El año pasado estuve en la manifestación que se celebró en Mosku, fue pequeña, pero se hizo. Existen o han estado en Irun dos colectivos con propuestas muy interesantes: Lumak Haize y Su Txikia. Además, las dragas también andan a tope. En las fiestas de Mosku vi unos drag king sobre el escenario y fue un delirio para mí. Mosku es un nido del punk que he querido mucho, pero el contexto era muy heterosexual y masculino. De pronto, en las fiestas de Mosku del año pasado, cuando vi a estos drag en el mamarracheo me emocioné. Quizá los y las jóvenes de ahora no tengan necesidad de irse de Irun, y Irun es un lugar habitable y gozoso para los cuerpos disidentes. Esa es la mejor noticia, y un cambio tremendo.