19 mayo 201700:14
El socio número uno del Bidasoa-Irun tiene nombre de mujer. Alicia Rodríguez. Lo ha 'heredado' de su marido, José Miguel Arana. Merecido, sin duda. Y es que Alicia ha visto nacer al club amarillo. Tanto que podría ser la madre de la criatura porque «mi marido siempre decía que tenía tres hijas y un hijo: el Bidasoa». En el frontón Uranzu y en el polideportivo Artaleku lo ha visto todo, lo bueno y lo malo, pero Alicia también ha visto mucho desde su puesto del mercado de abastos. Ha estado más de cuarenta años entre flores y no guarda ninguna espina, solo buenos recuerdos.
-En plena primavera entrevisto a una florista, ¡qué suerte la mía!
-Exflorista, hace diez años que dejé el puesto. ¡Cómo pasa el tiempo!
«Después de diez años sin trabajar, aún hay clientes de la floristería que me dicen que me echan de menos» «Yo he sido siempre 'doña agobios', veía los partidos del Bidasoa en el frontón Uranzu como un manojo de nervios»
-Demasiado rápido, pero la memoria de la gente va más despacio. Aún te recuerdan...
-Sí, mucho. Y te diré más, muchos clientes me dicen que me echan de menos.
-No lo dudo, los mimabas mucho.
-Lo intentaba. Aún algunas clientas me recuerdan cómo sus madres les decían: «Vete donde Alicia a por un ramo». Yo siempre intentaba asesorar y ayudar. Trabajamos mucho, tengo muy buenos recuerdos de aquellos años. ¡Cuántos ramos de novia habré hecho! Ni lo sé...
-Novias, claro, ¿y jugadores de balonmano? ¿Alguno fue cliente?
-(Risas) ¡Alguno sí! La verdad que los jugadores del Bidasoa han sido parte de mi familia.
-Tu marido, José Miguel Arana, fundó el club.
-Así es. Habréis oído mil veces como fue la historia...
-Pero no nos cansamos, cuenta...
-Mi marido era de Donostia, pero acabó siendo más irundarra que nadie. Como yo, que nací en Logroño, pero me siento más irunesa que la propia Virgen del Juncal. El caso es que él tenía un grupo de amigos que jugaban a balonmano en Donostia. El club desapareció y sus amigos se quedaron sin poder jugar. Un sábado estando de cena...
-¡Las mejores ideas surgen de cena!
-Efectivamente, estaban de poteo y mi marido les dijo: «si me prometéis que todos venís a jugar a Irun, yo creo un club». Así fue. En una servilleta de bar firmaron todos el compromiso de jugar en Irun, en el futuro Club Bidasoa.
-¿Dónde está esa servilleta? ¡Es un contrato histórico!
-(Risas) ¡Vete tú a saber! Pero la historia es real. Entonces mi marido se encargó de elegir el nombre, el diseño de la camiseta, los colores, el escudo...
-¿Sabes por qué eligió cada cosa?
-Algunas sí. El nombre lo escogió por el local de juegos recreativos que tenía, 'Deportes Bidasoa' se llamaba. Y el diseño de la camiseta, sé que se inspiró en una de rugby que le gustaba mucho. Así lo hizo todo, salseando aquí y allí, y rascándose el bolsillo, claro. Entonces no había patrocinadores...
-Con razón sentía al Bidasoa como un hijo más, ¿no?
-Mira, había una frase que decía a menudo: «yo tengo tres hijas y un hijo». El hijo era el Bidasoa. Solía bromear con mis hijas diciéndoles que tenían un hermano. ¡Cómo no vamos a querer al club si lo hemos parido!
-¿A tus hijas les gusta el Bidasoa como hermano mayor?
-¡Claro! Mis hijas han aprendido a andar en el frontón Uranzu. Llevan al Bidasoa en su ADN.
-¿Cómo fueron los inicios, Alicia?
-Más que un club era una familia. La gente colaboraba con mi marido y el equipo por cariño. Eran un gran equipo. Mira, por ejemplo, el Bidasoa le debe mucho al Restaurante Morondo. ¡Qué buena era Joaquina!
-Cuidaban bien a los jugadores, ¿verdad?
-Muy bien. En el frontón, ya sabes, solo había un vestuario. Cuando había partido, el equipo visitante lo utilizaba, así que los jugadores del Bidasoa se cambiaban en la bodega del bar. Cuando llovía y llegaban empapados, les daba café con 'ttotta' y les dejaba los calcetines secos de sus hijos. Familia es la palabra que mejor define al club en sus inicios, sin duda.
-Ahora tenemos la suerte de conocer la historia. Sabemos que el Bidasoa llegó, incluso, a ganar una Copa de Europa. ¿Os lo esperabais entonces?
-¡Ni lo imaginábamos! Yo he sido siempre 'doña agobios', veía los partidos como un manojo de nervios. Sufríamos mucho, queríamos que ganara siempre, claro.
-Se cumplen treinta años de la primera liga, ¿recuerdas ese partido?
-Claro, estábamos alucinando. Fue una emoción enorme, mi marido lloró a lágrima viva. Él nunca se perdió un partido, no faltó nunca.
-¿Ibais juntos?
-Siempre que podía, sí. Yo entonces trabajaba en el mercado, en la floristería. Teníamos mucho trabajo, tres hijas y un hijo. (Risas) Pero he seguido muy de cerca al equipo siempre, ¡y lo sigo haciendo!
-¿En Artaleku?
-Ahora voy menos, el asiento de al lado está vacío... Me trae demasiados recuerdos, pero no me pierdo una noticia del Bidasoa. Estoy convencida de que van a mantener la categoría.
-De momentos 'complicados' como este también sabes...
-Sí, nos ha tocado vivir de todo, pero hay que seguir animando. Yo cuando veo al entrenador por la calle, siempre le digo: «Aupa Bidasoa! ¡Ánimo!».
-El espíritu del Bidasoa siempre presente.
-Siempre. En casa tengo un pequeño rincón con recuerdos del club y de mi marido. Mira, te he traído una foto del primer equipo. Está firmada. Aquí están el Bullas, Álvarez, Ausín, Arana... Es en el frontón, claro.
-¡Cuánto ha cambiado y crecido vuestro hijo desde entonces!
-Desde luego. Ahora tengo nietos que juegan a balonmano.
-¿De verdad?
-Sí, sí. Tengo siete nietos, pues dos de ellos. La verdad que el deporte siempre ha estado presente en mi familia. Mis tres hijas, Alicia, Idoia y Sonia, han estudiado, pero han sido muy deportistas. En mi familia se habla de balonmano, pero también de atletismo, rugby o surf.
-Y de viajes, que sé que te gusta viajar.
-Me encanta. La floristería no me permitió viajar, pero ahora tengo tiempo libre para hacerlo.
-Pues gracias por este viaje con tan bonitos recuerdos que hemos hecho.
Alicia, en su casa, con algunos recuerdos del Club Deportivo Bidasoa.
/ F. DE LA HERA