21 febrero 201610:13
Viajar a ciudades desconocidas y caminar por sus zonas comerciales ha perdido el encanto que tuvo hace algunos años. Hoy en día, resulta muy difícil descubrir tiendas particulares, especiales, propias de los lugares que visitamos. Quedan muy pocos comercios únicos e irrepetibles y las más de las veces añoramos a aquellos comerciantes que conocían nuestro nombre tan bien como nuestras preferencias.
Las franquicias y las cadenas multinacionales han acercado la moda y el diseño a casi todos los bolsillos y eso está muy bien, pero también han asfixiado al comercio local o lo han alejado del centro, haciendo que las calles principales de las ciudades grandes y medianas se parezcan como gotas de agua.
Irun no es una excepción, aunque todavía se salva por su alta densidad comercial y por contar con más de un millar de establecimientos minoristas de muy diferentes sectores. Entre todos ellos, hay algunos que son verdaderos héroes de la resistencia. Llevan en activo más de medio siglo, han sobrevivido a competencias que parecían insalvables y siguen manteniendo con ilusión su lucha y su oficio.
La droguería Manolo, la papelería Mayre, Novedades Maribel y la zapatería Pombar son cuatro ejemplos. Hay más, pero el espacio es limitado. A pesar de ser comercios muy distintos, comparten elementos clave. Se han especializado, venden buen producto, practican el gusto por el trabajo y cultivan algo que ha pasado a ser una pieza arqueológica: las relaciones humanas.