Transfronterizo. Manuel de Lara (Agglo Sud Pays Basque) y Miguel Ángel Páez (Bidasoa activa) presentaron el Ocean Living Lab.
5 junio 201600:33
Europa tiene claro que innovar es el único camino para mantener a futuro su posición actual y el bienestar de sus ciudadanos. Por eso impulsa planes y proyectos para fomentar esa innovación. Todas las administraciones lo hacen, siguiendo siempre, más o menos, un mismo principio. Las empresas son las que deben incorporar la innovación en sus procesos y productos, la parte académica (que pueden ser centros tecnológicos, universidades, incluso un instituto de formación profesional) aporta el conocimiento y la administración pública, los recursos a través de sus planes incentivadores.
Hace ya años que en el norte Europeo la idea evolucionó. La diferencia respecto al modelo anterior era que además de incorporar empresas, instituciones y centros de conocimiento, se incluía un cuarto grupo de actores: los usuarios. Los llaman Living Lab, literalmente, laboratorios vivos. Un modelo que «ya estábamos desarrollando en Irun y en la comarca, aunque no lo habíamos llamado así», aseguran desde Bidasoa activa. Una empresa estima que existe un hueco en un mercado. Contacta con un centro especializado y juntos desarrollan prototipos que consumidores de ese mercado prueban y valoran.
Este proceso, que parece tan sencillo, afronta varias dificultades cuando se traslada a la realidad: la empresa y el centro de conocimiento no suelen saber el uno del otro, el desarrollo del producto tiene costes que no siempre se pueden asumir y normalmente los usuarios potenciales no se llegan ni a enterar de todo esto. En un Living Lab, las instituciones ejercen de conectores entre los participantes del proceso y gestionan para su financiación las ayudas de los planes de promoción de la innovación que pueda haber disponibles.
Ocean Living Lab
Para hacer uso de fondos europeos para la innovación, toda esta teoría ha encontrado una ejecución práctica en la comarca con Ocean Living Lab, de carácter transfronterizo y centrado en el sector de los deportes de agua y de deslizamiento. Se acaba de constituir oficialmente con medio centenar de miembros y sigue creciendo. Hay empresas, «muchas de ellas de Irun», indicaba el presidente de Bidasoa activa, Miguel Ángel Páez, y otras como Tribord o Quicksilver; centros de conocimiento (la Université de Bordeaux, la UPV, MU, la Escuela de Ingeniería de Biarritz, la Agrupación Vasca de las Tecnologías Electrónicas Gaia...) y Bidasoa activa y la Agglomeration Sud Pays Basque como parte institucional. «Ya se han iniciado contactos con diversas asociaciones, clubes, etcétera», anuncian desde la agencia de desarrollo, para que aporten la experimentación.
Este Ocean Living Lab no surge de la nada. Es fruto de otros programas transfronterizos anteriores cuyos fines se han ido comprendiendo a medida que han empezado a dar frutos. De 2009 a 2015, Innov-Mugabe sirvió para que instituciones de ambos lados del Bidasoa trabajaran juntas en un censo empresarial, se acercaran al tejido productivo del norte y el sur y analizaran, todos juntos, posibilidades de desarrollo para hacer la industria y los servicios comarcales más competitivos. Entre otros nichos de negocio, se ha desarrollado con diversas actividades una fuerte apuesta por la náutica y los deportes de deslizamiento, un compendio de mercados que va de los barcos a los bañadores, incluyendo tantas otras actividades marinas. Este sector industrial mueve hoy en día, entre Zarautz y Hossegor, más de 2,5 millones de euros.
«Queremos que se desarrollen nuevos productos, se testeen con los usuarios desde el minuto cero y se lancen al mundo, en lugar de que nos lleguen aquí los productos de otros. Para eso, hacen falta empresas especializadas en diversos campos (en polímeros, ingenierías...), universidades, clubes de buceo y de surf, investigación del medio marino...», asegura Páez, «y entre la Agglo e Irun, tenemos de todo». Aún está arrancando y, una vez más, habrá que esperar a sus frutos para captar su verdadera dimensión.