Lorena Martínez Oronoz (Ilustradora): «Dime un concepto, el que quieras, que yo me encargo de dibujarlo»

El mundo se divide siempre en dos tipos de personas. Los que prefieren el cine con palomitas y los que no. Los que desayunan la tostada con aceite y los que la cubren de mermelada. También dividen el mundo los que toman café y los que sólo beben té. Los golosos y los salados. Los del lado izquierdo de la cama y los extraños del derecho. Existen infinitas divisiones, ecuaciones, algoritmos que dan forma a este mundo. Hoy nos centraremos en una sola. Están las personas que no pueden expresarse sin palabras y aquellas a las que les basta un trazo para contar una historia. En ese segundo bando está Lorena Martínez Oronoz. Esta irundarra es capaz de decir las cosas más bellas, de expresar las sensaciones más comunes o los sentimientos más conmovedores con un color y cinco trazos. Lorena es de pocas palabras, pero sus ilustraciones hablan sin parar.

-Bueno, creo que no del todo. Una imagen potente sí puede decir mucho, pero también creo que dos palabras pueden decir más que mil ilustraciones.

-Sí, me manejo mejor, la verdad. Siempre voy con mi libreta haciendo pequeñas viñetas, bocetos y garabatos. (Risas)

-Desde pequeña me ha gustado dibujar. En casa siempre se le ha dado mucho valor al arte. Mi madre es muy detallista, también dibuja, y mi abuelo era pintor. Lo cierto es que desde pequeña me han enseñado el valor que tiene la creatividad o el arte.

-(Risas) ¡No! Pero no es lo primero que dije. Antes me dediqué a otra cosa...

-(Risas) No, no es ningún secreto. Hice una Ingeniería Técnica Agrícola. En realidad, ¡me encantan las plantas!

-En realidad soy diseñadora de jardines. Me gusta mucho la botánica y disfruté mucho organizando espacios, pensando qué flores o plantas colocar... Si pudiera quedarme sólo con esa primera parte del trabajo, seguiría siendo paisajista.

-Pues nada más terminar mis estudios, entré en el fomento de empleo del Ayuntamiento de Andoain e hice un proyecto de rehabilitación del 'Tren Txiki'. También diseñé un parque en Lezo y muchos jardines privados.

-Me di cuenta de que me gustaba el color y dibujar, así que decidí, poco a poco, dejar el diseño de jardines y dedicarme a la ilustración.

-¡No! De eso nada. De hecho, estuve un tiempo compaginando los dos trabajos.

-Fue con el escritor Juan Kruz Igerabide. Fue profesor mío en EGB y también era amigo de mis padres. Un día en casa, cuando aún trabajaba diseñando jardines, le enseñé algunos dibujos. Le conté que lo que verdaderamente me gustaba era eso, dibujar. Él fue quien me animó y me propuso hacer algo juntos.

-Así es. Fue una experiencia muy bonita. Y cuando llegó el libro a casa...

-¡Justo! Recuerdo la primera vez que llegó un libro con mis ilustraciones. Entonces mi pareja y yo, Juan Mari, vivíamos en la calle Mayor. Abrí la caja y los dos nos emocionamos muchísimo. Fue increíble. Ver la encuadernación, las hojas, la textura...

-Sí, sí. Mira, aquí te he traído algunos para que los veas. Estos son del último trabajo que he hecho con Harkaitz Cano, 'Zer demontre dago aulkien azpian?'.

-Sí, mis ilustraciones han cambiado mucho. Ahora creo que estoy en una etapa más conceptual. Tú dime un concepto, el que quieras, que yo te lo dibujo. (Risas)

-Después de los dos libros que hice con Juan Kruz Igerabide, comencé a dedicarme de lleno a la ilustración. Durante algunos años trabajé muchísimo. Hice de todo: puzzles, material escolar, calendarios y hasta un videojuego. Después de unos años a tope, decidimos ser padres. La maternidad frenó mi vida en algunos aspectos, pero creció en otros.

-No sé qué fue. Lo cierto es que ser madre me cambió los tiempos de trabajo, pero mi cabeza seguía maquinando. Mientras le daba el pecho a mi segunda hija, recuerdo que pensaba: 'Amo el sol, la luna, las estrellas...' Mi cabeza hilaba ideas y poco a poco, en un cuarto que tengo de trabajo, fui hilando unas viñetas. Así comenzó mi nueva etapa y también nació un nuevo proyecto, 'Maite dut'.

-Sí. El primer libro lo hice con acuarelas y ahora trabajo mucho el collage. Lo que mantengo es el trazo a mano, aunque luego lo digitalice en el ordenador, el trazo siempre es a lápiz.

-Ha sido una experiencia preciosa crear este libro. Harkaitz y yo queríamos hacer algo con libertad, aunque fuera una marcianada. Nos apetecía hacer algo sin plazos, ni presiones.

-(Risas) ¡Ah! Para eso hay que leer el libro. Solo diré que Harkaitz es la silla y yo la libélula.