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Noticia publicada en Diario Vasco,el sábado día 10 de Marzo de 2018.

Saioa López Briones: «Es un regalo poder volver a casa y transmitir todo lo aprendido fuera»

La bailarina irunesa Saioa López Briones regresa después de siete años de residencia en Nueva York./
La bailarina irunesa Saioa López Briones regresa después de siete años de residencia en Nueva York. 

VUELVE A CASA CON UN ILUSIONANTE PROYECTO, DESPUÉS DE QUINCE AÑOS APRENDIENDO Y BAILANDO EN ESCUELAS Y COMPAÑÍAS DE MADRID Y NUEVA YORK

MARÍA JOSÉ ATIENZAIRUN.Sábado, 10 marzo 2018, 10:16
Nacida en una familia de músicos, cantantes y diseñadores, fue la danza la pasión artística que atrapó, desde muy niña, a la irunesa Saioa López Briones. Entre los 4 años y los 32 que tiene en la actualidad, ha recorrido un largo e intenso camino, con punto de partida en la academia Tatiana y el Conservatorio de Irun y escalas en las clases de María de Ávila, Alicia Alonso, Carmen Roche y el Peridance Capezio Center de Nueva York. Ha bailado para diferentes compañías españolas y estadounidenses y en breve pondrá en marcha un proyecto pedagógico dirigido por Fernando Lázaro, en el Teatro Real de Madrid.
-¿A qué edad comenzó a bailar y cuándo decidió dedicarse a la danza de manera profesional?
-Mi madre era pianista y yo creo que empecé a bailar en su tripa, mientras ella tocaba, cuando estaba embarazada. En mi casa siempre ha habido música, pero yo me fui al mundo de la danza. Empecé muy pequeñita, a los cuatro años, en la academia Tatiana y de ahí pasé al Conservatorio Municipal, con la profesora Sonia del Barrio. Hasta los 17 años, estuve aquí, pero hacía viajes a Zaragoza, a la escuela de María de Ávila y a Madrid, para recibir clases de Carmen Roche y de Alicia Alonso, porque quería seguir aprendiendo. Cuando llegó el 'momento universidad', decidí irme a Madrid, al menos un año, para intentarlo, a ver qué pasaba. Me fui para un año y me quedé.
-Se quedó con Carmen Roche.
-Sí, empecé con ella en el Conservatorio. Me decidí por un Grado Medio de danza clásica, que eran seis años. Teníamos un horario bastante exigente: de 8.30 a 16.00 y también ensayábamos los fines de semana. Carmen Roche fue mi mentora. Estuve en su compañía durante tres años, me dio primeros papeles y me preparó también como profesora de niños y adultos, con lo que descubrí el mundo de la pedagogía, que es algo que también me gusta mucho. Para mí, Carmen Roche ha sido como mi primera madre en el mundo de la danza y su hijo, Víctor Ullate, ha sido para mí como un hermano.
-¿Cómo fue su salto de Madrid a Nueva York?
-Pues a través de los estudios de ingés. Yo había hecho el Bachiller de Ciencias y me hubiese gustado estudiar fisioterapia, pero no era compatible. No había suficientes horas. Estudié masaje, reflexología podal, pilates... y me dediqué mucho, mucho al ingés. Eso me dio la oportunidad de conseguir tres becas para viajar al extranjero: una a Londres, otra a Bristol y otra a Nueva York. Yo para entonces ya había salido a Europa a hacer audiciones. Había estado en Italia, en Suiza, en Francia... Pero mi primer contacto con Nueva York fue a través de las becas que daba el Ministerio de Educación para estudiar inglés.
-¿Tenía algún contacto en Nueva York?
-Ninguno. Me fui sola. No conocía a nadie. Había visto vídeos de compañías y había tenido contacto con profesores invitados. Sabía que, en algún momento de mi vida, ése sería mi sitio, porque había tanta versatilidad, tantas cosas diferentes... Daba igual si eras alto o pequeño, fuerte o flaco o cómo eran tus facciones. Te daban la oportunidad de conocerte como artista. Estuve un tiempo de transición, viviendo entre Madrid y Nueva York. En uno de mis viajes a Madrid, el coreógrafo francés Brice Mousset me dio mi primera oportunidad para trabajar en Nueva York, en un espectáculo de la escuela Alvin Ailey. En esa etapa, también trabajé con la compañía de la coreógrafa Pilar Villanueva, haciendo cosas aquí y allí, hasta que conseguí establecerme en Nueva York y allí me quedé siete años. Para hacerlo, al ser extranjera, la primera opción fue tener una visa de estudiante. El Peridance Capezio Center me concedió una beca y me dio la oportunidad de trabajar, sin pagarme. Las clases son muy caras, pero si creen que tienes los valores artísticos suficientes, te ayudan. Lo necesitaba para un futuro, si quería quedarme.
-Y la escuela le abrió muchas puertas laborales.
-Así fue. Tuve la oportunidad de formarme más como bailarina clásica y contemporánea y también descubrí otros estilos que no eran de mi atención, como la salsa, que me encanta. Además de con Brice, trabajé con los coreógrafos italianos Michele Oliva y Francesca Dario en su compañía. Llegué a hacer proyectos hasta con seis compañías a la vez, pero tenía tantas ganas de aprender que no me arrepiento del esfuerzo realizado, porque crecí mucho como artista y como persona. Conocer a tanta gente de diferentes culturas es la mejor escuela.
-Y ahora vuelve a casa con un nuevo proyecto.
-Sí, es un proyecto pedagógico en el Teatro Real de Madrid, con Fernando Lorenzo como coreógrafo. Lo ponemos en marcha la segunda semana de abril. Es una producción titulada 'Polichinela', con dos funciones diarias de 45 minutos para escolares y abierta al público los fines de semana. Es un regalo para mí poder volver a casa, a Madrid, que fue mi hogar de la danza y poder transmitir los conocimientos y la experiencia que he adquirido fuera para que la gente disfrute. Estaré en transición con Irun, siempre con la maleta preparada, porque aquí también me gustaría hacer cosas.