6 diciembre 201400:19
Txomin Almeida es vendedor de la ONCE desde hace 20 años, los siete últimos en Irun. Se encarga del kiosko de venta situado frente al número 16 del paseo de Colón, pero se recorre la ciudad para repartir suerte entre todos los irundarras. Con ese propósito dejó 10 cupones para el sorteo del miércoles en el bar Tranche de la calle Juan Arana. «Dos me quedé yo», explica la dueña, Estefanía Herrador Rodríguez, «y tres se los llevaron clientes habituales». Cinco, desgraciadamente, quedaron sin vender. Tras el sorteo, cada uno de esos cupones pasó de costar 1,50 euros a valer 35.000.
«Ha sido una alegría inmensa. Aún estoy que siento que el corazón se me sale del pecho». Hace apenas un año que cogió el bar y no han sido tiempos fáciles. «Estos últimos dos meses está yendo un poco mejor», explica la joven irundarra, de 23 años, que lleva el negocio con algo de ayuda de su madre. «Este dinero soluciona tantas cosas que estoy que no me lo creo». Su expresiva alegría alteró ayer el clima tranquilo del Tranche cuya clientela estaba encantada de ver tan contenta «a la chavala». Ella contaba a todo el mundo que su padre era quien le había dado noticia. «Me ha llamado para decírmelo y aún estaba dormida. Hasta le he contestado mal al pobre. Cuando me ha dicho que me había tocado el cupón, no me lo creía».
Repartido con los suyos
El premio económico llegó para Estefanía acompañado de la suerte de poder compartirlo «con clientes habituales. ¡Qué más puedo pedir!»
María José es una de las que se llevó un cupón premiado con una recompensa de 35.000 euros «que va a servir para pagar cositas, tapar agujeritos y, eso sí, pasar la Navidad un poco más desahogados, que falta nos hace».
Es una clienta habitual del bar «y juego siempre el cupón diario. Tengo otro para esta noche, así que igual mañana tenemos que volver a hablar», decía sonriente. «No es la primera vez que me toca algo, pero la otra vez fue una participación de un Quinto Premio de la
Lotería de Navidad. 1.500 euros. Nunca nada como esto», aseguraba. Anunciaba que seguirá jugando, con la esperanza de que la suerte le vuelva a hacer otra visita.
Con más aire gracias a la inesperada entrada de fondos, la vida sigue. Estefanía ponía ayer vinos y cafés sobre el mostrador, aunque lo hacía con el frenesí de quien se sabe 70.000 euros más rica que unas horas antes. Compartió su entusiasmo con clientes y amigos que la visitaron ayer, y con Txomin, que volvía al bar Tranche, como a diario, con el objetivo de dejar allí suerte para quien la quiera recoger.