13 diciembre 201511:10
Antes de que la pista de patinaje abriera sus puertas, ya había cola de pequeños patinadores en la entrada de la carpa instalada en la plaza del Ensanche. Todos estaban impacientes por calzarse los patines, saltar a la pista y deslizarse como el año pasado: primero despacito, con cuidado, tratando de mantenerse erguidos, cayendo y levantándose entre risas y lloros, hasta encontrar el punto de equilibrio; luego, cada vez un poco más deprisa, más seguros, más ligeros, como si no pesaran nada, disfrutando del viento y de la velocidad.
Sentado en uno de los bancos de la carpa, Unax, de 8 años, se calzaba los patines. «Está impaciente», decía Sonia, su madre, encantada de volver a la pista de patinaje un año después. «La verdad es que está de maravilla para los niños. Pasan un rato muy divertido. Unax vino el año pasado y le gustó. Y aquí estamos otra vez». Ella todavía no se anima. «Me da miedo caerme, romperme algo y luego no poder ir a trabajar», dice.
La pista de patinaje de la plaza del Ensanche tuvo ayer un día de tiempo espléndido y un buen estreno. «Antes de abrir, ya había cola», decía el encargado, Jokin Ayerregaray. «La gente, sobre todo los niños, están impacientes por partinar. Hay algunas cosas que han cambiado con respecto al año pasado, pero muy pocas. La mayoría de la gente que ha venido ya estuvo aquí en la pasada Navidad. Conocen cómo funciona. En seguida entran, se ponen los patines y ¡a la pista!»
Los txikis son los más osados y los que aprenden con más rapidez. «Nos está sorprendiendo desde qué temprana edad se animan a patinar. Tenemos unos soportes que son un intermedio entre taca-taca y trineo y que se utilizan mucho al principio. Hay muchos niños que prefieren apoyarse en los soportes, pero hay otros que se atreven sólo con los patines y la verdad es que mantienen muy bien el equilibrio».
A los adultos les cuesta más. «La mayoría de los padres no salen a la pista. Pero hay muchos que, después de ver patinar a sus hijos, se animan, salen y acaban encantados».
El deslizado es algo diferente que el del hielo y los golpes menos frecuentes. «La pista suelta un lubricante, los patines se afilan continuamente y eso facilita mucho el patinado», explica Jokin. «Es más difícil caerse que en el patinaje sobre hielo, aunque eso es cuestión de equilibrio y depende de cada uno, pero en principio, los golpes no son tan fuertes. La pista es de un material sintético que amortigua más la caída».
Irun es, para Jokin Ayerregaray una buena plaza y sobre todo, una plaza peculiar. «Teniendo en cuenta los datos del año pasado, vemos que esta ciudad recibe muchas visitas de fuera. La pista funciona como motor del turismo y del comercio. En otros pueblos, la pista suele ser de uso local. Pero Irun es una ciudad grande que, además, es fronteriza y eso se nota. Viene mucha gente de Francia, así que tenemos personas en el equipo que hablan francés. Sólo esperamos que este año se repita el éxito del pasado».
Un reclamo
En 2014 fue un grupo de comerciantes el que tomó la iniciativa de trer a Irun la pista de patinaje. La propuesta resultó muy exitosa, ya que pasaron por la la instalación más de 18.500 personas que llegaron desde muy diferentes puntos, los más distantes Bilbao y Burdeos. Este año, para facilitar las gestiones, ha sido el Ayuntamiento de Irun el encargado de organizar el montaje de la pista. El objetivo es el mismo que el de 2014: ofrecer, sobre todo a los más jóvenes, una atractiva oferta de ocio y ejercer de reclamo para que nuestros vecinos se acerquen a Irun a hacer las compras durante la campaña de Navidad.