1 julio 201610:02
Cuando uno es ascendido, durante algún tiempo, todo es la primera vez que se hace y la tensión y los nervios se acumulan en el estómago esperando que todo vaya sobre ruedas. Este año una sensación parecida es la que ha sentido el nuevo general del Alarde tradicional, Paco Carrillo, que tras estrenarse con la revista el día 29, ayer desfiló como el máximo responsable de las tropas. «Ha sido una experiencia excelente», aseguraba intentando asimilar todo los momentos que estaba viviendo uno tras otro, instantes que «han sobrepasado todas las expectativas que tenía».
La sonrisa de oreja a oreja que lució Carrillo durante todo el desfile y en cada punto del recorrido en el que se paraba por protocolo o para sacarse alguna foto con todo aquel que se lo pedía no era por quedar bien. Le salió del alma. «Estoy feliz. Maravillosamente bien», hacía hincapié tras renovar el Voto en la ermita de San Marcial mientras cantineras, capitanes y el resto de la tropa aprovechaba para refrescarse y comer algo. Se mostraba satisfecho por lo «bien» que había ido todo durante el transcurso del desfile y por estar «con muchas ganas».
Entre tantas emociones vividas durante todo el desfile, Carrillo confesaba no ser capaz de seleccionar ninguna. «No puedo, todo ha sido una sucesión de cosas tremendas», aseguraba emocionado. «Estoy contento de cómo he entrado en la plaza, del comportamiento de la gente...». Pero sí hubo un momento que le llamó poderosamente la atención. «Durante la bajada de la iglesia ha sido una cosa tremebunda porque no me esperaba tanto lío. Venía concentrado, escuchando el ‘Joló’ pero no he podido seguir oyéndolo durante la bajada, porque ha sido un griterío total y no oía la música».
El componente suerte
Una de sus principales preocupaciones en el día de ayer no era otra que el caballo, en el que además de la destreza que había que mostrar «también hay un componente de suerte», explicaba, en referencia a su montura. Uno de los mayores miedos se debía a que el animal, precisamente, «no es una moto, tiene sus días y puede pasar que se le ocurra que no quiere hacer lo que tú le dices. Y con ellos cuando es no, es no, lo que puede fastidiar el día al que va arriba y a todos los demás».
Pero Carrillo no tuvo ninguna queja sobre su ‘compañero’, más bien todo lo contrario, porque todo eran buenas palabras para referirse al caballo. «Es estupendo, me ha dejado hacer todo lo que quería», comentaba, lo que le permitió «no estar preocupado de nada más que de estar a lo que tengo que estar, porque el caballo viene siendo un accesorio, pero ya se sabe, hay veces que no suele ser así».
Uno de los momentos en los que el caballo puede ‘jugársela’ al general son las descargas, cuando el ruido de las escopetas y la aglomeración de gente pueden llegar a superar al animal. «Si te toca uno que se menea, seguro que pierdes la mitad de la brillantez que deberías tener y el que va encima del caballo va con miedo», explicó. Aunque Carrillo «no sabía cómo se iba a comportar» su caballo durante el estruendo, aseguraba tener «confianza» en él, ya que la víspera, durante la revista, «en ninguna compañía me hizo ningún extraño». Una sensación que se confirmó durante las descargas. «El caballo se ha comportado fenomenal, no se ha movido, y eso que estaba toda la plaza a rebosar».
Dado el comportamiento manso, dócil y bonachón del caballo, Carrillo solo tenía una petición que espera se cumpla, que no es otra que «pedir que este caballo me aguante muchos años, por favor».