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Noticia publicada en Diario Vasco,el domingo día 13 de Marzo de 2022

De la musa en el lienzo a la dueña del pincel

8 de marzo. María José Noain pronunció la conferencia 'Las mujeres en la Historia del Arte', organizada por Gaurko Andreak Berdintasunaren Aldeko Elkartea

JOANA OCHOTECO Domingo, 13 marzo 2022, 00:32

Nombres como Pablo Picasso, Édouard Manet, Francisco de Goya o Sandro Boticelli son bien conocidos incluso para los no expertos en arte. En cambio, Catharina van Hemessen, Sofonisba Anguissola, Mary Cassat o Clara Peeters pueden resultar desconocidas hasta para los asiduos a los museos. Todos y todas fueron artistas, pero los primeros son hombres y las segundas, mujeres; por eso los nombres de unos figuran entre los grandes autores de la historia del arte, y los nombres de ellas hay que rebuscarlos. La licenciada en Geografía e Historia María José Noain puso luz sobre esas artistas injustamente invisibilizadas en la charla 'Las mujeres en la Historia del Arte' que pronunció este viernes en Gordailua.

La conferencia fue organizada por Gaurko Andreak Berdintasunaren Aldeko Elkartea dentro del programa en torno al 8 de marzo. María José Noain inició la charla aportando un dato muy esclarecedor: según denunció el colectivo de artistas feministas Guerrilla Girls en los años 80, en la sección de arte moderno del Metropolitan Museum de Nueva York las mujeres firmaban menos del 5% de las obras, pero el 85% de los desnudos eran femeninos.

Este dato refleja «esa dicotomía que siempre se ha establecido, no sólo en la historia del arte sino en todos los ámbitos, de que las mujeres seamos objeto o sujeto». Es una dicotomía que responde al «modelo dual» en el que, tradicionalmente, lo masculino se relaciona «con el espacio público, la política, la economía o la producción artística» mientras que lo femenino está relegado al «ámbito doméstico, la maternidad y los cuidados».

La dicotomía del hombre asociado al espacio público y la mujer al ámbito doméstico también se refleja en el arte

Las mujeres «siempre han sido protagonistas» en el arte, pero como objetos y en una serie de roles muy definidos. «La mujer, como tema o elemento central de obras de arte, casi siempre se adscribe a una serie de estereotipos»: los personajes del cristianismo, que reflejan a la mujer como modelo de virtud; los retratos de reinas, nobles o mujeres de la burguesía; personajes de la mitología clásica, en cuyas representaciones, muchas veces, «se erotiza el cuerpo de la mujer»; o escenas del ámbito doméstico, que «desligan a la mujer del ámbito público».

Mediante estos modelos tan estereotipados que han definido la representación de la mujer en el arte, se establece una nueva dicotomía y una clasificación «algo simplista» en dos modelos: la mujer como modelo de virtud, con «una función aleccionadora», o la 'femme fatale', «que se define, sobre todo, a partir del siglo XIX». Ejemplos de este último modelo son el cuadro 'Olympia' de Manet, que representaba a una prostituta; personajes mitológicos como Pandora, vinculada a «la curiosidad malsana»; o representaciones de hechiceras como Circe, de la 'Odisea', que son consideradas como «mujeres peligrosas». Resumiendo, la mujer es mayoritariamente representada o como santa y modelo del ideal que todas deben esforzarse en alcanzar, o como «mala malísima».

Teoría feminista en el arte

No todo es negativo en esta representación tradicional de la mujer en el arte: su presencia, aunque sea como objeto, en tantas obras, es «una fuente de información» que nos permite «reconstruir su historia y el papel que ha jugado en ella», explicó María José Noain. «Por lo menos, por mucho que nos hayan convertido en objeto, podemos utilizar esta información para conocer más sobre nosotras mismas y nuestra historia»; sin perder de vista que, también aquí, existe «un sesgo social o económico: las mujeres de la más alta sociedad son las que más representadas están en la historia del arte».

Analizado el papel de la mujer como objeto, toca preguntarse si «hemos sido alguna vez sujeto en la historia del arte». La respuesta es que sí. Entonces, ¿por qué parece que no ha habido mujeres artistas? ¿Por qué han estado ocultas? La teoría feminista, que se aplica al arte «desde la década de los 70», busca respuestas y revela que «no nos han dejado acceder al mundo del arte. Para ser artista está muy bien el talento, pero hace falta formación». Muy pocas pudieron acceder a ella «y desarrollar sus capacidades, que son exactamente las mismas que las de los hombres».

 

Además, las que lograron formarse y pintar, «mayoritariamente hijas de pintores», se enfrentaron a la invisibilización: socialmente estaba «mal visto» que se dedicasen a ello de manera profesional. En otros casos, cuadros de pintoras como Artemisia Gentileschi o Judith Leyster han sido erróneamente atribuidos a hombres y, tras descubrirse que eran de mujeres, «se desprestigiaban, perdían valor en las subastas...». Pero los hechos, aunque se hayan silenciado, van saliendo a la luz: María José Noain proyectó al final de su charla el primer autorretrato documentado de una mujer y, quizá, «de la historia del arte, porque parece que es anterior al de Durero». En la imagen, Catharina van Hemessen, pincel en mano, nos contempla desde hace cinco siglos.

 
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