El sábado pasado acudimos al concierto que ofreció Camela en Irun. Fuimos en Topo desde Donostia, sobre las 19.00 horas. Por la tarde, la frecuencia de trenes entre Irun y Donostia era cada media hora y viajamos más que desahogados, incluso había asientos disponibles en el vagón. No sucedió lo mismo por la noche. Tras acabar el concierto nos dirigimos a la parada del Centro irundarra. Eran la 1.00 de la madrugada. Pasamos los tornos y cuando íbamos a acceder al andén, nos topamos con tal gentío que tuvimos que quedarnos pegados al ascensor.

Llegó el tren y la multitud empezó a avanzar a trompicones e, incluso, algunos a codazos. El objetivo era entrar, puesto que el siguiente llegaba dos horas después. Todos sabemos lo que pueden ser 120 minutos cuando te duelen los pies… Nos quedamos rezagados, en vista de que no íbamos a poder entrar. El personal de seguridad, desbordado, trataba de que la gente que accedía al vagón lo hiciera sin riesgo de quedar atrapado entre las puertas.

A algunos tuvieron que empujarles hacia dentro, al estilo del metro de Tokio. Otros se quedaron fuera, como nosotros, y hubo también quien se encaró con los que estaban trabajando por no dejarles pasar. Resignados, nos dirigimos a la calle, en busca de un bus o un taxi. El primero, en vista de la cola que se extendía calle abajo, era totalmente inviable, así que optamos por el taxi. Todo un acierto.

En menos de 10 minutos habían venido cinco coches, lo que hizo que la cola disminuyera considerablemente. Para cuando nos dimos cuenta, ya estábamos camino a Donostia, donde por cierto, el fin de semana pasado nos había costado casi una hora coger un taxi en el barrio de Gros. Así se lo comentamos al taxista. ¡Menuda diferencia con el servicio que tenemos en Donostia!

El conductor, quien por cierto nos contó que era navarro (de Ituren), nos pidió que trasladáramos a quien corresponda esta opinión, ya que a ellos siempre les llegan quejas y demás opiniones negativas, no solo por parte de los clientes, sino también de los que mandan.