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Noticia publicada en Diario Vasco,el viernes día 7 de Enero de 2022
Noches de Reyes que nunca se olvidan
Siempre niños. Nacieron en los 40 y 50 del siglo pasado, pero guardan fresco el recuerdo de aquellas noches mágicas que reviven cada año
Si hay algún regalo de reyes que no tiene precio, ese es el de la imaginación. La facultad humana para crear universos que no pueden tocarse es un don de valor incalculable. Y si mezclamos ficción con inocencia, tenemos un cóctel tan explosivo como divertido: el juego. No hay límites en territorio alguno cuando se trata de ser un indio arapajoe o un soldado del Séptimo de Caballería. Y si no, que se lo pregunten a Josema Martínez.
El comerciante, promotor musical y coleccionista irunés recuerda en este reportaje sus noches de reyes. También relatan sus recuerdos de aquellas noches llenas de magia y de nervios que quitaban el sueño la propietaria de Calzados Pombar Inma Ariztia, el marino mercante jubilado y hoy presidente de la Asociación de la Tercera Edad Makila Gregorio Gallo, y el sacerdote y párroco de San Juan Bautista de Anaka Juan Bautista Sarasola.
Los cuatro entrevistados nacieron entre las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado. Ni las celebraciones navideñas son las mismas que entonces, ni los Reyes Magos se parecen a los que imaginaron, ni los regalos que Melchor, Gaspar y Baltasar depositan en las casas de hoy en día son los mismos que ellos encontraban junto a sus zapatos relucientes. Pero hay algo que se mantiene inalterable año tras año: la ilusión. «Lo que nos traían eran cosas prácticas: ropa y material escolar, pero la ilusión era la misma que vemos en los niños de hoy», asegura Juan Bautista Sarasola.
«Nunca vi a los Reyes, pero los imaginaba como las figuras del belén, con sus capas elegantes y mágicas»
«La ilusión que vives de niño en las noches de reyes no se olvida por mucho tiempo que pase»
Ni Inma Ariztia, ni el párroco del barrio de Anaka vieron jamás a los reyes cuando aún creían en ellos, pero los imaginaron. «Yo los veía como las figuras del belén, con sus capas elegantes y mágicas», dice la comerciante de la calle Mayor. «Para mí, eran seres celestes que ponían una escalera en la fachada de la casa y subían al balcón tan en silencio que no se enteraba nadie».
Han pasado muchos años desde que todos ellos fueron niños, pero guardan fresco el recuerdo de aquellas noches mágicas y no han olvidado sus juguetes favoritos. «Es como si lo estuviera viendo ahora mismo», dice Gregorio Gallo de aquel cañón de madera que una mañana de reyes apareció sobre sus zapatos. Se portaron bien Sus Majestades con el presidente de Makila que, según su propia confesión, «de niño no he sido una pieza. He sido tres piezas, malo de verdad».
Inma Ariztia recuerda con humor algo que se estilaba en su época de niña: los juguetes 'repetidos', un ingenioso invento con el que las madres llenaban de felicidad a sus hijos el día de Reyes, al tiempo que hacían economía doméstica.
Hoy en día, Josema Martínez (73), Inma Ariztia (65), Gregorio Gallo (81) y Juan Bautista Sarasola (81) reviven aquella ilusión «que nunca se olvida, por mucho tiempo que pase» con los pequeños de la familia o de la parroquia. Todos ellos llevan dentro el niño que fueron y algunos no han dejado de jugar desde que Sus Majestades los Reyes Magos colocaron aquel primer regalo en el balcón, junto a unos zapatos relucientes.
Josema Martínez | Comerciante y coleccionista
«Todavía guardo un fuerte y más de cien indios y vaqueros»
Si todos llevamos un niño dentro, Josema Martínez lo saca a pasear a menudo. Disfrutó mucho en su niñez con la noche de Reyes y asegura que la revive cada año.
«Era una ilusión tremenda, igual a la que tiene un niño ahora mismo. Era algo muy especial y muy bonito», recuerda. «Esa noche, dejábamos agua para los camellos y turrón y vino blanco para los Reyes antes de irnos a la cama. Mis padres nos enseñaron a hacerlo así. La única diferencia que veo ahora es que los regalos están más repartidos en fechas, con Olentzero y Papá Noel y entonces sólo estaban los Reyes Magos».
A sus 73 años, Josema Martínez no sólo revive la ilusión de los Magos de Oriente con sus nietos y su sobrino nieto, sino que, a día de hoy, continúa jugando con su regalo de reyes favorito. «Revivimos la ilusión con los pequeños de la familia, viendo cómo disfrutan estos días y... sí, yo sigo jugando con un juguete que me encantaba y que aún conservo guardado en el garaje. Me acuerdo mucho de cuando nos lo trajeron. Tenemos fotos y todo. Es un fuerte y, por mi afición al coleccionismo, tengo también guardados como cien indios y vaqueros. Somos tres hermanos y hemos metido mil horas jugando a mil batallas. Es un recuerdo precioso que tengo de la niñez. Los nietos son todavía muy pequeños, pero cuando viene mi sobrino nieto, que es algo mayor, saco el fuerte y nos ponemos a jugar. Le encanta. Creo que le he transmitido mi afición».
«Hemos metido mil horas en mil batallas y hoy en día sigo jugando»
El coleccionista irunés ha tenido que «rehacer» aquel fuerte y restaurar algunos de sus indios y vaqueros. «Son figuras muy bonitas, que están muy bien pintadas y que ahora ya no encuentro en ningún sitio», dice. «Los que hay ahora son más feos, están hechos con menos mimo, así que si puedo restaurarlos, los restauro».
El fuerte permanecerá «siempre en mi casa», dice el coleccionista, «para que los pequeños de la familia jueguen con él y conmigo cuando vengan».
Como tanta gente este año, Josema Martínez ha pedido a los Reyes «salud y algo muy sencillo: una cesta para setas, porque salimos mucho al monte a cogerlas. Eso sí, hemos pedido una cesta grande para traerla llena».
Inma Ariztia Comerciante
«Los Reyes me dejaron varios años la misma muñeca con otra ropa»
En Azpilkueta, el pueblo natal de Inma Ariztia, no había cabalgata. «Los niños no veíamos nunca a los Reyes, pero nos los imaginábamos por las figuritas del belén, con sus capas elegantes y mágicas», cuenta la propietaria de Calzados Pombar.
Al anochecer del día 5, los jóvenes de la localidad baztandarra «iban con los cencerros de las vacas, de caserío en caserío, anunciando que venían los Reyes Magos. ¡Qué nerviosas nos poníamos cuando oíamos aquellos cencerros! Había que irse a la cama corriendo, pero antes les dejábamos a los Reyes coñac para que entraran en calor, porque eran noches frías, unos polvorones y agua para los caballos. Al día siguiente, mi madre ponía delante de la casa cacas de caballo, algo muy fácil de conseguir en los pueblos, para que viéramos que los Reyes habían estado allí. Ella tenía mucha imaginación y nos contaba unas películas...».
Una muñeca 'repetida' fue el juguete favorito de Inma Ariztia. «Teníamos tienda de comestibles, de esas que había en los pueblos, que tenían de todo, desde aspirinas hasta zapatillas de casa y juguetes. Mi madre estaba atenta a los juguetes que yo miraba, porque no se podían tocar, y se daba cuenta de lo que más me gustaba. Un año, los Reyes me dejaron una muñeca superbonita. De un año para otro, mi madre le hacía ropitas nuevas y preciosas, sin que yo la viera, le cambiaba el peinado y le pintaba cejas, por ejemplo. Creo que los Reyes me echaron varios años la misma muñeca con distinta ropa, ja, ja».
«He pedido a los Reyes Magos queeste año haya sanmarciales»
Algo parecido le ocurrió a Inma en casa de la amona. «Los Reyes me echaron una caja de madera muy bonita, toda labradita, con dibujos de flores. La pobre era ya muy mayor y no se dio cuenta de que debajo de la caja estaban escritos los nombres de sus hijas. Creo que aquella caja había pasado por varias manos, pero igualmente me hizo mucha ilusión».
Inma Ariztia revive ahora aquella ilusión «con mis cuatro nietos. Yo soy como una niña. La noche de Reyes sigue siendo mágica para mí. Toda la vida me ha encantado».
A Melchor, Gaspar y Baltasar, Inma les ha pedido este año «que haya sanmarciales, por favor».
Gregorio Gallo | Presidente de Makila
«Éramos 10 hermanos y nos repartían entre las casas de las tías»
Gregorio Gallo, de 81 años bien llevados, antiguo marino mercante y hoy presidente de la Asociación de la Tercera Edad Makila, tuvo una niñez muy movida por varios motivos. Primero, por el empleo de su padre, al que cambiaban de destino con frecuencia. Después, «porque yo era de los que no paran quietos. No he sido una pieza, he sido tres piezas, malo de verdad», asegura Goyo. En tercer lugar, «porque éramos diez hermanos, ocho chicos y dos chicas, más dos niñas que fallecieron y siempre andábamos repartidos por las casas de mis tías. Mi madre tenía cinco hermanas y sólo la pequeña tenía hijos. Dicen que a quien Dios no da hijos, el diablo da sobrinos y eso les debió pasar a mis pobres tías».
El presidente de Makila no se corta cuando afirma que «a veces, hay que hablar mal de la familia, porque eso de tener hijos para repartirlos... Yo creo que mi madre nunca tuvo en casa más de cuatro, ja, ja».
En medio de todo aquel barullo de casas, tías y hermanos, Gregorio Gallo tiene un recuerdo claro «de toda la vida, desde muy pequeñito», de qué es la noche de Reyes. «Nos hacían limpiar los zapatos pero bien, bien, con brillo y sacarlos al balcón porque era ahí donde los Reyes te dejaban los regalos cuando pasaban. Me acuerdo mucho de la ilusión que me hacía y de un juguete en especial. Parece que lo estoy viendo. Nos dejaron dos o tres cañones de madera, toscos, toscos, pintados de color gris, que duraron un montón de años. Luego, los Reyes siempre se aprovechaban para regalar cosas que te hacían falta, como ropa».
«Me acuerdo de un cañón tosco, tosco, de madera que duró un montón de años»
Gregorio renueva hoy la ilusión con sus nietos y recuerda la vivida con sus hijos. «Yo he estado navegando toda la vida y sólo a veces he coincidido en Reyes aquí y he disfrutado mucho. Recuerdo, siendo mi hija pequeña, llevarla sobre los hombros a ver pasar los Reyes por el paseo de Colón. Esperábamos a que pasaran para verlos y una vez que habían pasado, íbamos corriendo y les adelantábamos para verlos pasar otra vez».
Este año, Goyo ha pedido a Melchor, Gaspar y Baltasar «salud, qué vamos a pedir. Si nos quieren echar algo, que nos echen. Mientras no nos echen de casa...».
Juan Bautista Sarasola | Párroco de Anaka
«Sólo nos traían ropa y algún cuaderno, pero la ilusión era la misma»
Juan Bautista Sarasola sigue al pie del cañón a sus 81 años: al frente de la parroquia de San Juan Bautista y celebrando misa, también en Guadalupe. El párroco de Anaka fue niño «hace ya mucho tiempo», pero recuerda «como si fuera hoy» aquellas noches mágicas. «Nos íbamos pronto a la cama, porque si los Reyes nos veían despiertos, se marchaban sin dejarnos nada. Poníamos agua en el balcón, por si los camellos venían con sed y algo de bebida y comida para los Reyes. A la mañana siguiente, nos levantábamos también muy pronto, corriendo para ver qué nos habían traído».
Todo lo que Melchor, Gaspar y Baltasar dejaban en el balcón de los Sarasola «eran cosas prácticas. No encontrabas un montón de juguetes, como ahora. De hecho, no recuerdo que nos dejaran ningún juguete. Éramos cuatro hermanos y lo que nos traían era la ropa que nos hacía falta y material para la escuela: cuadernos, lápices... Pero yo creo que la ilusión que teníamos era la misma que vemos ahora».
En aquella edad de la inocencia de hace ocho décadas, la mayoría de los niños «no teníamos ningún contacto con los Reyes, quiero decir que no los veíamos en las cabalgatas o en la televisión. No los veíamos, pero sí los imaginábamos. Para mí, eran seres celestes que ponían una escalera en la fachada de la casa y subían hasta el balcón tan en silencio que no se enteraba nadie. Cómo subían siendo tan mayores, cómo cargaban con los paquetes, qué pasaba si se caían por la escalera o cómo pasaban la barandilla del balcón eran preguntas que no nos hacíamos. Eran seres celestes y mágicos y por lo tanto, todo lo que hacían era normal».
«Aunque no veía a los Reyes, estaban en mi imaginación como seres celestes»
La ilusión no ha cambiado, pero sí lo han hecho las celebraciones. «Las navidades de mi niñez eran muy sencillas, unas navidades religiosas», dice el párroco. «Las celebrábamos en familia, comiendo y cenando bien con los aitas, pero sin grandes lujos y el día de Nochebuena, íbamos a Misa del Gallo».
Juan Bautista Sarasola sigue celebrando estas fechas de manera sencilla y tampoco ha pedido a los Reyes nada material. «Sólo salud para poder hacer un buen trabajo». |