Derribo histórico para construir futuro

 

«¡Qué pena!». Fue sin duda el comentario más repetido ayer en el centro de Irun. Desde que empezó el proceso de participación ciudadana para definir qué sería del enclave San Juan-Etxeandia, en pleno centro de la ciudad, quedó claro que la visera no formaría parte de ese futuro. Al derribo se le iban poniendo fechas orientativas que siempre se acababan retrasando. Pero la de ayer se cumplió. Llegó la grúa, con su enorme tijera metálica, y se fue comiendo, parte por parte, la estructura del popular edificio, que, sin embargo, no cedió tan fácilmente y tendrá que terminar de ser demolido hoy.

Antes de las nueve de la mañana, la máquina empezaba a pegar las primeras dentelladas al voladizo ante un público más numeroso que el que tiene cualquier obra. «¡Qué pena!».

Eran sobre todo las voces de la gente de más edad que como Arantxa, recordaban muchos momentos de su vida ligados al peculiar aterpe que ofrecía esta visera. «Era donde quedábamos de chavales, y donde tantas veces me ha tocado esperar al autobús de Fuenterrabía». Muchos testimonios en esa línea, y alguno que otro que incidía también en que «no es que fuera un edificio bonito. Seguro que lo que venga en su lugar va a mejorar la zona».

Lo que viene en su lugar es un gran auditorio, pero aún no hay previsión de construcción, así que, al menos de momento, lo que sustituirá a la visera es una zona verde que dé continuidad a la urbanización ya realizada en San Juan, y un nuevo vial para que giren los autobuses.

La zona verde incluirá caminos, zonas de estancia y juegos infantiles. En ella se prevé, además, integrar algún elemento de la visera, rescatado ayer con todo el mimo posible, durante los trabajos de demolición.

Se trata de elementos de la gran 'H' que coronaba el edificio. «Veremos de qué manera podemos incorporarlos a ese espacio verde», confirmaba ayer el alcalde, José Antonio Santano, que se encontraba a primera hora entre los muchos ciudadanos que se acercaron a dar el último adiós al edificio.

La mayoría de los que pasaban por San Juan, muchos a lo largo de toda la jornada, se volvían siquiera unos minutos para ver la actuación de la grúa y, si no con una cámara compacta, con un móvil, recoger una imagen del momento con el que termina la historia de casi 70 años de este edificio.

El proceso de derribo estaba siendo impecable, incluso la retirada de los elementos de la 'H' superior salió bastante bien, dejando trozos de gran tamaño que, eso sí, tendrán que pasar por el quirófano para poder presentarse en sociedad con cierta dignidad.

Sin embargo, quienes miraban la obra unos minutos antes de las cinco de la tarde se llevaron un pequeño susto. «Iba a hacer una foto con el móvil y justo he visto que la grúa empezaba a ceder y que se caía», contaba Ane, que asistió al incidente cuando se dirigía a su trabajo. «Se ha caído como poco a poco, no ha hecho ni ruido».

La primera reacción de los operarios que se encontraban en la zona de obra fue la de «salir corriendo hacia la grúa, pero enseguida hemos visto que no pasaba nada, porque a ellos se les veía tranquilos».

Hubo que solicitar la intervención de una segunda grúa que sacara a la primera del agujero en el que se había metido al ceder parte de la estructura del edificio.

Aunque la recuperación de la máquina fue sencilla y bastante rápida, las tareas de demolición no se reanudaron ya y el derribo quedó incompleto. Apenas queda rastro de lo que era el edificio de la visera; sólo una montonera de escombros de cemento armado y un atisbo de lo que fueron los locales comerciales que tuvieron como últimos inquilinos la tienda de bacalao Bakailuak y el Bar Aranaz.

La visera, proyectada con carácter provisional en plena Guerra Civil, ha plantado tenaz resistencia a su desaparición hasta el último día.