Apunta mejor que bien. La recreación histórica del Irun de hace 150 años, aquella villa que recibió entre la expectación, el temor y la ilusión la llegada del ferrocarril, tiene cuerpo y tiene alma. Varios actores profesionales, decenas de voluntarios, el trabajo de una historiadora aplicada y la coordinación de una contrastada directora teatral se han combinado en un cóctel divertido e interesante.
Tras varios ensayos en interior, ayer tuvieron la oportunidad de poder plantear las escenas en las mismas calles, en el mismo escenario donde tendrá lugar la representación definitiva. «Una oportunidad que no sabía si iba a tener algún día», les decía ayer Ana Pérez, la directora del tinglado, a los actores y extras de esta mimada función.
«Me refería», explicaba después, «a tener esta movilización de gente y a tener la calle como escenario. Es una gozada». Estaba contenta por cómo había resultado el ensayo. «Y aún nos quedan un par de horas más de ensayar, la víspera». La mayoría de su plantel tiene con esta iniciativa su primer acercamiento al teatro. «Lo están llevando muy bien. La gente está con muchas ganas, muy comprometida».
El progreso o el demonio
El resultado, al menos lo que se vio ayer, promete. Porque no se trata sólo de representar unos personajes. Se aprovecha la ocasión para plantear debates que la ciudad vivió en aquel momento, y cuestiones que hoy damos por hecho y que entonces parecían sueños inalcanzables. Los personajes discuten sobre si el tren es progreso o es el demonio; critican las condiciones laborales de la época; reclaman derechos utópicos que la historia demuestra que pudieron ser ganados con el paso de los años. Y todo en un ambiente festivo, con música, canciones, bertsos y dantza.
Un espectáculo más divertido cuanto más de cerca se vive, por lo que desde la organización animan a los irundarras «a acudir disfrados el próximo domingo, a aplaudir y a abuchear las intervenciones y a pasar un buen rato «impregnándose de la energía de este juego».
