17 enero 201700:19
Iñaki Cienfuegos va de un lado para otro siempre con un rollo de papeles bajo el brazo. Son planos. A veces de una cocina, otras de ese nuevo bar que están a punto de abrir. Pero siempre es algo con estilo porque Iñaki sabe moverse con elegancia. En una obra y en una pista de baile. El tango, el vals o el pasodoble se le dan tan bien como coordinar gremios y estilos. Lo comprobamos, un-dos-tres-un-dos-tres...
-¿Qué fue primero, coordinar los pies o los gremios?
-(Risas) Primero gremios. Llevo más años como decorador que como bailarín.
-¿Cuántos más?
-Bueno, pues la creatividad yo creo que la tengo desde siempre. De pequeño ya pintaba, se me daba muy bien, y también me gustaban mucho los juegos de construcción. Supongo que ahí comenzó mi vocación...
-Sin duda, el pequeño Iñaki apuntaba maneras.
-Siempre tuve claro que quería dedicarme a algo creativo, si.
-Comenzaste a trabajar muy joven, ¿verdad?
-También, si. Yo creo que mi primer trabajo lo hice cuando aún no había terminado la carrera.
-¿Y recuerdas cuál fue ese primer encargo?
-Déjame pensar... Juraría que fue un pub, el Pub Zona que estaba en la calle Joaquín Gamón.
-¿Tuviste claro desde el principio que querías trabajar por tu cuenta?
-Claro, claro tampoco. Terminé la carrera con la mejor nota de la clase. Tenía algunas ofertas de trabajo, pero todas eran en tiendas y yo si que tenía claro que quería algo más creativo.
-¿Cómo fueron los inicios? ¿Creativos?
-Fueron como lanzarse al precipicio. Tuve que aprender poco a poco, sobre la marcha, cómo coordinar los gremios y ese tipo de cosas. Supongo que como en casi todas las profesiones, durante la carrera todo es de una forma y en la vida real, de otra muy distinta. En la universidad dibujábamos muchos planos, pero no teníamos experiencia en obras. Eso lo aprendes con la práctica.
-Curiosamente, la práctica te ha hecho repetir ese primer trabajo...
-(Risas) ¡Si! He hecho muchos bares, por eso hubo una época en la que la gente creía que solo hacía bares. Lo cierto es que también he hecho algún comercio y alguna peluquería. He hecho bastantes cosas 'públicas', si.
-¿Qué bares llevan tu sello, Iñaki?
-En esa época hice más de uno en Cipriano Larrañaga, el Corner, el Manolo...
-Espera, ¿la armadura del Manolo es cosa tuya?
-¡Así es!
-¿Qué se siente cuando una idea tuya se convierte en un elemento distintivo?
-Hombre, para mi es un orgullo ver que la esencia que quería el cliente y lo que yo he plasmado se mantiene en el tiempo. Hacer lugares tan transitados es un reto difícil...
-Claro, a una casa entran unos pocos, pero a un bar...
-¡Imagínate! En una casa con captar la idea del cliente es, más o menos, suficiente. En un establecimiento tienes que satisfacer a tu cliente, pero también intentar gustar a la mayoría de la gente. Ese equilibrio es complicado.
-Pero no imposible, por algo sigues poniendo tu 'toque' en tantos lugares.
-No me puedo quejar, aunque esto va por rachas. Hay épocas de más trabajo y otras de menos. Ahora es verdad que hago mitad y mitad, casas y establecimientos.
-Lo de bailar no surgió en uno de esos bares en los que bailamos los demás, ¿no?
-¡Qué va! Surgió por una amiga. Ella quería apuntarse a baile, pero no tenía pareja porque su marido no quería ir. Me lo propuso a mi y acepté. Tenía unos veintisiete años y nunca antes había bailado.
-¡Y te convertiste en el rey de la pista!
-No tanto, pero me gustó y continué en clase. No recuerdo cómo fue la primera clase, pero si que las primeras más en serio fueron en el polideportivo. Luego me apunté a la escuela de Carlos Zapirain y ahí sigo. ¡Hasta hoy!
-¿Pero recuerdas la primera competición?
-Si, si. Eso si. Cambié de pareja de baile, empecé a bailar con Arantza Arzak. Ella había bailado antes en un grupo de clásico español. De hecho, es la mujer que sale en las postales de faralaes que venden en Behobia. Teníamos mucha ilusión y ganas, por eso empezamos a presentarnos a campeonatos. El primero fue en Torremolinos.
-¿Torremolinos? Suena a 'veraneo'...
-¡Pues no veas lo que montaban! Era el 'Campeonato de Europa de baile retro'. Quedamos segundos...
-Nada de suerte del principiante.
-Tal vez, pero al año siguiente volvimos y ganamos el campeonato de España y Europa. Fue una época de mucho baile y mucha competición. Nos decíamos, «¿vamos?» e íbamos.
-¿Cuál era vuestro secreto?
-No se... Le poníamos muchas ganas, eso sin duda, pero luego por una cosa u otra caes en gracia al jurado y... Yo creo que el contrapunto de la pareja gustaba. Arantza era más alegre y yo más serio. ¡Nos complementábamos bien!
-Viajastéis mucho, también.
-Si, a nivel nacional bailamos en muchísimos sitios. En la tele también tuvimos una época muy buena. Nos llamaban mucho.
-¿Cómo compaginabas el baile con tu trabajo?
-Con mucho esfuerzo. En vez de comer, picábamos algo y nos poníamos a ensayar. Andábamos de un lado a otro todo el día. Era divertido.
-¿Ahora también lo es? ¿Sigues bailando sin competir?
-¡Claro! Se me ha pasado el arroz para competir. ¡Es broma! Ahora sigo yendo a clase, pero ya no tengo ganas de competir. Me divierto mucho en las clases de Carlos con Maribel Carrillo, mi pareja de baile. Es mi momento de desconexión. Entro y en mi cabeza solo está la coreografía y el «un, dos, tres, un, dos, tres...». Ahí no hay planos, ni gremios. Solo los nervios por bailar, que los mantengo igual que el primer día.