Noticia publicada en Diario Vasco,el domingo día 13 de Marzo de 2022.

Termas romanas para el siglo XXI

El museo Oiasso de Irun ultima el proyecto que permitirá mostrar al público uno de los vestigios más importantes del asentamiento de hace 2.000 años

En el hall de entrada del Museo Oiasso de Irun, una de las paredes está ocupada por una reproducción de un mapa medieval que a su vez era copia de otro de la época romana. En él, tal y como veían el mundo los habitantes de los primeros siglos de nuestra era, Ossaron tenía la misma categoría que urbes principales como Terraco (Tarragona). En poblaciones de esa relevancia no podían faltar las termas, porque uno de los hábitos de la cultura romana era el baño, la relación social y el disfrute a través del agua.

Los primeros indicios de su existencia surgieron en 1994, durante unas obras de desmonte, cuando aparecieron restos de cenizas, carbones ladrillos de la época romana. Pero no fue hasta 2002 cuando, durante un estudio para la ampliación del museo, el equipo de arqueólogos Arkeolan liderado por Mertxe Urteaga confirmó la identidad termal de las estructuras que se encontraban en la trasera del edificio.

Hace tres lustros se elaboró un proyecto de recuperación, pero llegó la crisis de 2007 y se paralizó. Las ruinas quedaron cubiertas, primero con una lona y luego con una estructura metálica, para evitar su deterioro a la espera de mejores tiempos. Ahora, el Ayuntamiento ha retomado esa propuesta, actualizándola, gracias a la aportación de dos millones de euros de los fondos europeos Next Generation. Todas las acciones estarán orientadas a la musealización de las termas y su integración en el museo, así como la modernización del edificio.

Juanjo Jiménez, director del museo que recoge los vestigios de ese asentamiento urbano durante los primeros cuatro siglos después de Cristo, y en referencia a los restos, los describe como «posiblemente uno de los complejos más importantes de esa época del que sus pobladores estarían orgullosos».

Posiblemente el acceso a las instalaciones de unos 650 metros cuadrados se realizaba a través de la actual calle Sarasate. Se llegaba a un espacio abierto, denominado la palestra, donde se hacía ejercicio físico. Después, en dirección hacia la iglesia del Juncal, se encontraban tres salas con almacenes, tienda y vestuarios, según se desprende de las cimentaciones localizadas. También había un espacio central, con un ábside, que daba paso a las termas. Primero se encontraba el frigidarium, una sala fría con el suelo era de 'opus spicatus', unos ladrillos rojos rugosos y colocados en forma de espiga para impedir que los usuarios se resbalaran.

Después, en la parte más oriental, se encontraban tres salas calefactadas. «Se sabe que eran así porque los arqueólogos han encontrado varias decenas de pilae, pilares de ladrillo cuadrados que dejaban una cámara vacía donde se acumulaba en aire caliente», explica Jiménez. Aquí la distribución contaba con una sala central, tepidarium, que daba acceso a otras dos salas hacia el norte y el sur: el caldarium y el laconicum. Allí también estarían los hornos alimentados por leña para calentar el agua que posiblemente llegaba de un arroyo cercano. Las paredes eran de piedra y ladrillo cubiertas por otras placas decoradas.

Como en las termas actuales, los usuarios -en su mayoría hombres menos, al parecer, un día destinado a las mujeres-, realizaban un itinerario. Aizpea Goenaga, subdirectora del museo, comenta que «según las últimas investigaciones, una de las razones por las que el complejo se asentó aquí se debe a la cercanía con el puerto, que estaba al lado. Posiblemente, después de terminar en recorrido en la zona de la sauna, se daban un baño en el mar».

Además, todo indica que también hubo una piscina, aunque no hay restos porque desaparecieron durante la construcción del edificio que ahora es el museo y que fue inaugurado en julio de 2006, pero antes fueron las primeras escuelas públicas de Irun.

José Antonio Santano, alcalde de Irun, explica que «siempre hemos tenido muy claro que la recuperación de estas termas son el complemento perfecto para impulsar el museo, que tiene elementos importantes como los restos del puerto y piezas que se encontraron en aguas del entorno del faro de Higer, y convertirlo en una referencia. También a Irun como una ciudad romana en el arco atlántico de la que no hay tantos ejemplos. Hay que apostar por la singularidad, y la nuestra es Oiasso».

El proyecto, según las primeras estimaciones municipales, ascenderá a tres millones de euros más el IVA. «El Ayuntamiento aportará la diferencia que no cubran los dos millones de los fondos europeos. Hay que tener en cuenta que, tal y como está el mundo, las materias primas se están encareciendo».

Santano estima que la licitación de las obras será en los próximos meses. «Sin duda antes de que acabe el año. Queremos ir lo más rápido posible. El objetivo es iniciar las obras en 2024 como muy tarde. El plazo para concluirlas es de año y medio. Lo normal sería que para la segunda mitad de 2025 estuvieran listas. Quiero ser prudente», comenta el alcalde irundarra.

Respecto al proyecto de 2007, el actual ha introducido algunos cambios, fundamentalmente en el armazón exterior con una mayor apuesta por la sostenibilidad para que los consumos energéticos sean más favorables.

En el interior, una pasarela recorrerá todo el recinto por encima de las ruinas para que el público pueda acceder a ellas pero sin dañarlas. «También habrá un espacio para organizar pequeñas actividades culturales. Además de, evidentemente, una conexión con el edificio del museo», avanza Santano.

Uno de los elementos más representativos de esta nueva zona serán unas paredes totalmente trasparentes para que se puedan ver desde el exterior. Todo el área, donde en la actualidad se está levantado un edificio de viviendas, se urbanizará y se peatonalizará, aunque no se impedirá el paso de vehículos.