Noticia publicada en Diario Vasco,el domingo día 20 de Marzo de 2022.

El estudio irunés de danza Jazzarte celebra este año su décimo aniversario. A pesar de las clases online obligadas por la Covid-19 y del regreso a la academia con distancias, geles y mascarillas, Ainhoa Franco y sus alumnas están felices, porque han entrado en el año 2022 con buen pie. Hace unos días regresaron de Mollerusa (Lleida) con diez trofeos, tras conseguir nueve primeros puestos y un tercero en el Concurso Nacional Danza (CND) España.

«Llevábamos dos años sin participar y teníamos muchas ganas», explica Ainhoa. «En 2020, nos quedamos a las puertas. Teníamos todo preparado para viajar el 16 de marzo y tuvimos que quedarnos en casa. El parón de la pandemia ha sido muy duro por el tiempo de cierre, porque las clases online no tienen nada que ver con las presenciales y porque las academias de danza estamos en un limbo legal. Pero hemos seguido trabajando. Yo preparé cinco coreografías grupales y mis alumnas prepararon cuatro dúos y dos solos. De las diez coreografías presentadas, hemos conseguido nueve primeros premios y un tercero y estamos muy contentas. Fue muy emocionante, una locura».

Las coreografías clasificadas en los primeros puestos pasan a la final nacional, que se celebrará en Tarragona del 13 al 15 de mayo. «En esa final, se reúnen todos los primeros premios participantes en las cinco zonas de concurso celebradas en la península y allí nos presentaremos con la intención de volver a traer algún premio a casa», afirma la profesora.

La final internacional se celebra este año en Bélgica y para llegar allí no sólo hay que sumar los puntos de un primer premio, sino que éste tiene que haber sido otorgado por unanimidad.

Han sido 27 niñas y jóvenes de diferentes edades las que han participado con las coreografías de Jazzarte en las tres categorías del CND España. Tomar parte en el concurso supone una inmensa alegría si se alcanza el premio, pero en caso contrario, la competición también favorece a las bailarinas. «La participación en el concurso, por sí misma, hace que las alumnas estén muy motivadas en las clases. Prestan más atención en los ensayos, están más concentradas y aprenden valores como el trabajo en equipo y la constancia cuando lo que se persigue es mejorar en algo».

Ainhoa Franco sabe algo de constancia. Ella llegó al mundo del baile «tarde, a los 14 años», después de haber estudiado música desde los 4. Cursó el Bachillerato y dos grados de Secretariado y Comercio. Pero se dio cuenta de que lo suyo no era trabajar sentada y apostó por el baile. Tras vivir varios años en Londres, donde se matriculó en varios cursos y en Santiago de Chile, donde cursó la carrera de Danza Espectáculo, regresó a Irun y montó su academia.

Las coreografías que se trabajan en Jazzarte tienen su base en el jazz, como indica el nombre de la academia, «pero fusiono el jazz con todo tipo de estilos», explica Ainhoa. «Puedo meter un contemporáneo, un hip hop, un funky... Todas las coreografías que presento son de fusión con una base en el jazz».

En diez años, Ainhoa Franco se ha hecho con un alumnado fiel, al que enseña a bailar, según sus preferencias y capacidades. «Tengo alumnas desde los 5 hasta los 84 años. Algunas vienen desde que abrí la academia. Con los mayores, hago danza en línea, bailes de salón, sevillanas... Hay baile para todos».

Los grupos de competición realizan el trabajo más entregado y en esa entrega, Ainhoa quiere destacar «la ayuda de los padres de las alumnas. Viajamos a los concursos todos en autobús y ayudan muchísimo para que la experiencia sea inolvidable».

Noticia publicada en Diario Vasco,el domingo día 20 de Marzo de 2022.

Pocas personas en Irun conocen tan bien San Vicente de Paúl como Honorina González. Nació en Carabanzo, Asturias, y, recomendada por su profesora de allí, logró una beca que se concedía «entonces a huérfanos o hijos de mineros». Su caso era el segundo. Con 12 años, viajó en tren hasta Irun para entrar como interna en el colegio de las Hijas de la Caridad, donde luego fue profesora.

–¿Qué le supuso aquella beca?

–En aquel tiempo no era fácil estudiar. Éramos cinco hermanos y yo soy la única que pudo hacerlo, gracias a esa beca. Incluía uniforme, comida, cama y Bachiller laboral. Mis notas y mis ganas de seguir estudiando me permitieron conseguir otra beca para poder sacar el Bachiller Superior y luego la carrera de Magisterio. Éramos más de 100 niñas internas, muchas de Asturias y de León y tres o cuatro de por aquí. Y luego había alumnas externas.

–¿Siguió viviendo todo ese tiempo en San Vicente de Paúl?

–Sí, seguía interna. Hacía trabajos de auxiliar y estudiaba por libre y luego iba a Burgos y Valladolid a los exámenes. Después de sacarme la carrera hice otro año por la UNED, una formación complementaria.

–Con Magisterio aprobado, empezó como profesora en las aulas donde fue alumna.

–Estuve 40 años dando clase en el colegio, hasta que me jubilé, y los primeros años aún vivía allí, hasta que me casé, a los 24 años. Mi hija estudió aquí (mi hijo no, porque cuando se tenía que escolarizar el centro aún no era mixto) y mis nietos y nietas, cuatro, estudian todos aquí.

–La transformación desde que llegó como alumna a lo que hoy en día es el colegio...

–... ha sido total. Todo ha cambiado muchísimo. Cuando yo llegue las profesoras eran todas o casi todas monjas y hoy, aunque sigue habiendo, están ya retiradas y todo el profesorado es seglar. Por no hablar de los ordenadores, que veo a mis nietos entregando los trabajos por internet y me parece todo increíble. Pero hay que decir que lo más importante se mantiene. Sigue siendo un centro con una enseñanza de calidad y con el mismo ideario de valores: responsabilidad, respeto, tolerancia, solidaridad...

–¿Ayuda a los nietos con los deberes?

–¡Cómo no! He sido profesora de matemáticas, me encantan los números. Ellos estudian en euskera y yo no sé euskera, pero aún y todo les ayudo. Incluso con la física. Me miro los temas, consulto algunas cosas en los tutoriales de YouTube de la Profe Susi y si tienen dudas o no entienden algo les puedo ayudar