La Sociedad Deportiva Santiagotarrak mantiene un idilio con los Juegos Olímpicos, que quedó ayer plasmado en la charla que tuvo lugar en el museo Oiasso. Era la segunda de tres que se han organizado con motivo del cincuentenario y la sala se quedó pequeña porque había ganas de escuchar las aventuras olímpicas de los cuatro magníficos, a los que se sumaron el entrenador Xabi Taberna y el juez-árbitro Javier Martínez 'Musku', que cuentan con tres participaciones cada uno.

Nada menos que ocho suman entre Pedro Alegre (Barcelona'92), Esteban Arakama e Izaskun Aranburu (Atlanta'96 y Sydney'2000) y Ander Elosegi (Pekín'2008, Londres'2012 y Río de Janeiro'2016). Y si ponemos juntas las de estos cuatro, con las de los dos mencionados y sumamos a Quique López, entrenador en Barcelona'92 y único ausente ayer, apreciamos que desde los Juegos Olímpicos de Los Angeles'1984 hasta los últimos, la Sociedad Deportiva Santiagotarrak ha estado presente en ocho de los nueve, faltando solo a los de Seúl'88.

Aunque la sociedad y el deporte han evolucionado mucho en estos 32 años, los protagonistas de la charla coincidieron en que «el espíritu olímpico prácticamente no ha cambiado y la magnitud de esta cita supera a todos los demás eventos. Sobre todo en un deporte como el nuestro, que es minoritario, y en el que la trascendencia de unos Juegos Olímpicos es mucho mayor a la de cualquier Mundial».

Pedro Alegre abrió fuego porque también a él le tocó abrir la lista de olímpicos de Santiagotarrak y su mayor recuerdo es «haber tenido la suerte y el honor de asistir. Entrar en la final fue complicado y me produjo satisfacción, pero más bonito aún fue ver cómo al acabar la prueba los compañeros y directivos de la federación me felicitaban». Una pena que tiene el ahora concejal de Deportes es que «tuve competición hasta el último día, por lo que no pude disfrutar como hubiera querido de otros deportes y del ambiente».

Desde 1984 hasta 1996 no hubo representación de Santiagotarrak en lo que a deportistas se refiere y aquel año en Atlanta y en 2000 en Sydney compitieron tanto Esteban Arakama como Izaskun Aranburu.

El de aguas bravas, que aprovechó la ocasión para felicitar y agradecer a los fundadores del club, rememoró cómo «en dos semanas me vi de estar estudiando en Irun a ir concentrado a La Seu d'Urgell. Era el año 89 y nos llevaron a cuatro de Irun y diez de Donosti para preparar a tope los Juegos de Barcelona'92. Fue un cambio importante y esos tres años me parecieron super intensos, como diez».

No pudo estar en Barcelona pero sí después en dos citas. «Lo que más valoras es estar ahí porque en nuestro deporte cuesta mucho conseguir la plaza» Y añadió que «aunque el nuestro es un deporte individual, es impensable funcionar sin trabajar en equipo».

Izaskun iba con aspiraciones de medalla pero se tuvo que conformar con diplomas agridulces. En la charla también se habló de la conciliación entre deporte y estudios o lo que hay cuando se cuelga la pala. Aseguró la pasaitarra que «la dedicación tan grande al deporte puede que te haga perderte otras cosas, pero lo asumes y para mí sin duda mereció la pena». Otra cosa es que «al acabar te sientes perdido. Has estado tantos años dedicándote a la piragua que hasta dudas si sabrás hacer otra cosa. Al dejarlo hay un impacto psicológico fuerte en el que tienes que empezar de cero. Yo había estudiado magisterio y luego enfermería y me fui reciclando».

Quien no ha afrontado todavía ese trance es Ander Elosegi, que ha acudido a las tres últimas citas y en las tres ha conseguido diplomas olímpicos. Lo que más le ha marcado de las tres aventuras fue «la final de Pekín. Yo era joven y había tenido poco tiempo para asimilar. Al dirigirme a la salida vi la grada llena con 10.000 personas y me impresionó». Después Elosegi ha vuelto a estar cerca del podio. «Aunque este año he tenido el peor resultado -octavo por dos cuartos puestos- ha sido la vez que más cerca me he visto de las medallas». Por edad -28 años- podría ir a los Juegos de Tokyo'2020 pero «por ahora voy a ir año a año y tomando decisiones sobre la marcha».

De los seis protagonistas de la charla que llenó la sala del museo Oiasso, dos ven la acción desde la orilla.

El entrenador Xabi Taberna ha acompañado a Elosegi en las tres ocasiones y alabó «la trayectoria de Santiagotarrak en estos cincuenta años. Por el club ha pasado muchísima gente y un gran porcentaje ha seguido ligado al deporte en alguna faceta. Eso y las amistades que se han formado y se siguen formando tienen un valor incalculable».

Para Javier Martínez 'Musku', árbitro de aguas bravas en las citas de 1992, 2004 y 2008, «este club es mi vida. Con 13 años por primera vez el descenso del Bidasoa y luego no me he perdido ninguno. Y en Pekín'2008 estaba de árbitro en la meta y lloré de emoción cuando vi que Ander iba a ser cuarto en unos Juegos Olímpicos».

Entrar en la exposición de Susana Ferreira es como abrir la ventana a una seductora y sensible interpretación de la Gran Vía madrileña, del Empire State Building neoyorkino o del irunés paseo de Colón. Es como ver la luz al final del túnel de Ingenieros de Bilbao o como sobrevolar una vía férrea con horizonte en Francia. Desde ayer y hasta el 13 de noviembre, la pintora irunesa muestra en el Centro Cultural Amaia 41 obras, en óleo y acuarela, realizadas a lo largo de una década. El paisaje urbano, su dedicación más reciente, domina la sala principal. El espacio intermedio acoge algunos de sus más queridos retratos y en la sala pequeña, se ha instalado su trabajo sobre la Alhambra, con el que, en el año 2006, realizó el proyecto fin de carrera en la facultad de Arquitectura. Desde entonces hasta hoy, su evolución apunta alto y no ha hecho más que empezar.

Exposición. Obras de Susana Ferreira (2006-2016).

Sala. Centro Cultural Amaia, hasta el 13 de noviembre, en horario de 18.00 a 21.00, de martes a sábado y de 11.30 a 13.30, losdomingos y festivos.

-Sí, totalmente. Durante la carrera, ya estuve dando clases de pintura. Cuando terminé los estudios, probé a trabajar como arquitecta, para ver lo que era. Pero a mí, lo que en realidad me gustaba era pintar, así que volví a la pintura y a las clases y con ello sigo diez años después.

-Yo intento transmitir a través de la pintura y del realismo, que es mi estilo, aquello que veo y me emociona. Pero en la exposición se van a ver obras diferentes. Los cuadros del principio, los de la Alhambra, son un poco más realistas. Luego, poco a poco, mi pintura ha ido evolucionando. Ahora hago mucho paisaje urbano, intento mezclar texturas, huyendo un poco del dibujo tan exhaustivo que ha caracterizado mi obra anterior. Intento no acabar los cuadros tanto como antes, porque antes los retocaba y los retocaba... Ahora mismo, lo que hacía hace diez años, no me llenaría. Estoy buscando, estoy experimentando. No sé a dónde llegaré o qué estaré haciendo dentro de cinco años. Estoy en una evolución. Me siento bien, porque sigo buscando y la búsqueda me satisface. Hay un cuadro en esta exposición que he dejado abierto, sin terminar. Tiene buena pinta, pero no sé cómo acabará. Lo he puesto ahí para que se vea que esto no está cerrado.

-En el Amaia hay tres espacios que me han permitido distribuir la exposición. En la sala pequeña están los cuadros de la Alhambra, que hice para mi proyecto fin de carrera. En la sala intermedia, hay figura y retrato, que es un tema que me encanta. Es mi familia la que está ahí, la que me envuelve y me rodea en el día a día. Y en la sala principal, está el paisaje urbano de Irun, de Hondarribia, de Madrid, de Nueva York... La exposición nació con la idea de dar una visión diferente a la del Irun característico que conocemos en la pintura. Quería darle una vuelta. Hay cuadros de la estación del topo, del ferrocarril, del paseo de Colón... Cada vez encuentro más cosas que me atraen en esta ciudad. Pero también hay obras de otras ciudades, porque no me gustaría encasillarme con el tema Irun o en el tema Bidasoa. Lo que ocurre es que, al final, la mayoría son paisajes urbanos de aquí, porque lo que te rodea te condiciona mucho.

-En parte, sí. Los concursos son un aliciente y suponen una ayuda si consigues algún premio. Vender cuadros hoy en día no es fácil. Está muy mal. Incluso los pintores de renombre, que hacían alguna 'master class' de forma esporádica, están empezando a dar clases durante todo el año.

-Para mí, la enseñanza es una forma de transmitir algo que te gusta a gente que tiene interés en lo que tú haces. Esa es la base. También hay gente que llega, simplemente, porque quiere mejorar, sin imaginar que luego le va a apasionar tanto la pintura. Poco a poco, les vas guiando y ves cómo van evolucionando. Es muy bonito.

-Todo el mundo puede aprender a pintar. Unos lo harán mejor y otros peor, en función de sus capacidades y actitudes. Hay gente que tiene un talento especial, que lo muestra desde el principio. Pero también hay gente a la que no le ves nada al principio y luego va evolucionando y madurando y acaba haciendo algo brillante. Es algo que ocurre tanto en los niños como en los adultos. Hay gente que, sin ser talentosa, está tan motivada y le pone tantas ganas que avanza mucho y acaba siendo buena. Como en otros ámbitos de la vida, no siempre los mejores son los que siguen adelante. La gente que lucha es, al final, la que llega, porque el día a día de la pintura es bastante duro.

-Pue sí. Este año he trabajado un montón. Pintar es un proceso de estar solo, de lucha constigo mismo, día tras día y no todos los días estás igual. Hay días que piensas que las cosas no te van a a salir y sufres mucho. Ahora estoy haciendo un cambio en mi pintura, estoy haciendo cosas que no sé hacer. A veces te planteas si realmente quieres vivir así, pero quiero evolucionar como pintora y tengo que seguir.

-Pues en maestros como Javier Sagarzazu, que me ha enseñado mucho y en Alejandro Quincoces, con el que estoy abriéndome un camino diferente. Ellos han hecho la introducción del catálogo de mi exposición y les estoy muy agradecida.