Los últimos datos de desempleo, publicados la víspera, aparecieron por boca de diversos portavoces en la sesión de ayer, como no podía ser de otra manera. El primero en apuntarlo, porque era a quien correspondía la primera intervención, fue el alcalde, que calificó como su «principal preocupación las 5.399 personas que en esta ciudad quieren trabajar y no pueden». Señaló las diversas medidas tomadas a lo largo de los años desarrollando suelo industrial, promocionando la creación de empresas, facilitando el acceso a la formación... «Hoy trabajan en Irun casi 28.000 personas, 8.000 más que en la crisis de 1993; más también que las que trabajaban en 2007». Subrayó que según el Eustat «Irun tiene uno de los índices más bajos de movilidad laboral, es decir, los irundarras trabajan en Irun». Admitió que todo lo hecho «es insuficiente, pero seguimos trabajando, con todos los agentes del sector económico, juntos, desde Irun Ekintzan». Más tarde, Páez volvió sobre éste organismo que reúne a grupos políticos, sindicatos, empresas, centros formativos «y que ha puesto en marcha muchas iniciativas. Sin ninguna aportación de los grupos», dijo.

Millán, por su parte, hablo del «fracaso» de esta nueva edición del Pacto por el Empleo que es Irun Ekintzan. «No da los resultados que la ciudad necesita». Él propuso dos novedades, «impulsar cooperativas, el modelo empresarial que más empleo ha generado estos últimos años» y «construir plantas ligadas al tratamiento de residuos (triaje, compostaje, reciclaje)». También, coincidiendo con lo que reclamarían después PP y Bildu, una «mayor atención sobre el sector primario y explorar sectores al alza como la ganadería y la agricultura ecológicas».

En esa línea, Bengoechea sumó al sector primario tradicional el del medio ambiente, como otro espacio para «actividades sostenibles que generen actividad», recordando además el mucho suelo rural y protegido del que dispone la ciudad. En el caso de Bildu, la propuesta fue si cabe más concreta, poniendo como modelo «el banco de suelo que se ha creado en Hondarribia» para impulsar actividades del sector primario. La respuesta llegó de Páez que anunció que en breve «llegará el estudio que encargamos a raíz de una enmienda al presupuesto sobre las oportunidades para actividades económicas ligadas al ámbito rural».

EAJ-PNV centró su discurso sobre el desarrollo económico en que «el Ayuntamiento debe ser motor y dinamizar la economía de la ciudad de sus inversiones». También recogió Páez ese guante para recordar que «en este momento, hay en marcha 15 obras municipales por un montante total de 13 millones de euros». Antes de cerrar su intervención sobre este tema, el portavoz del PSE quiso hablar de Irun On, «un plan que ha puesto en marcha este Ayuntamiento para atraer a la ciudad actividades económicas, inversiones y turismo».

El Debate sobre el estado de la ciudad celebrado ayer era, cabe decirlo así, una experiencia piloto. Una sesión plenaria monográfica dedicada a que los grupos expresaran y defendieran su modelo de ciudad. El debate, quizá menos apasionado de lo esperado, fue interesante. En las intervenciones, se pusieron sobre la mesa muchos, si no todos, los grandes temas de la ciudad. Pero faltó profundidad en la mayoría de los casos. A lo largo de la sesión, hablaron el alcalde, José Antonio Santano, y los portavoces de EB-Berdeak (Manuel Millán), PP (Juana de Bengoechea), Bildu (Oinatz Mitxelena), PNV (Xabier Iridoy) y PSE (Miguel Ángel Páez). Cada orador dispuso de un lienzo en blanco para expresar su visión de la ciudad y de un turno de réplica que no aportó demasiado. Se dijo que Irun se construye entre todos, entre Ayuntamiento y ciudadanos, entre el Gobierno y el resto de grupos. Es un hecho. Y es de agradecer que así sea. Sin embargo, es evidente, se apreció en los discursos, que hay algunas discrepancias de fondo. Desgraciadamente, el pleno de ayer, que pudo haber servido para apreciar un arco de diferencias rico en matices, no alcanzó tanta profundidad. No es lo mismo coincidir que consensuar; no es lo mismo criticar que discrepar. Por momentos, costó apreciar la diferencia y ayer, más que nunca, era el día para evidenciarla.