Dies Oiassonis, el festival romano, cumple este año, del 17 al 19 de julio, su sexta edición. Esta iniciativa, que el Museo Oiasso ideó en 2010, ha ido madurando y creciendo y ahora quiere dar un salto. Tras haber consolidado su posición entre los irundarras, en sus últimas ediciones ha mostrado su capacidad para atraer visitantes, condición en la que el área municipal de Promoción económica y Turismo, quiere ahondar. Dies Oiassonis se presenta este año más grande, «con cerca de 80 actividades, y tomando, además del museo y su entorno, el frontón Euskal Jai, las plazas Istillaga, Erromes y del Juncal y la calle Fermín Calbetón», anunciaba la gerente del museo, Cristina Aguirre.

«Dentro de ese espacio habrá tres gradaciones en la oferta», explicó la directora de Oiasso, Mertxe Urteaga. «La parte de transmisión de información estrictamente histórica ocupará Fermín Calbetón, el Museo y su entorno. La segunda zona, en la plaza del Juncal, tendrá un carácter mixto». El resto del espacio será para juegos, actividades y «un mercado de ambientación con productos de artesanía, con un «filtro más 'abierto'» en cuanto a información histórica.

Ese mercado, con artesanía y actividades vinculadas a lo romano (granja, campamento...) y que servirá para decorar calles y plazas, es una de las grandes novedades. También lo son la representación teatral de 'Medea', fruto del taller impulsado en el Museo Oiasso desde el mes de septiembre, y la pasarela de moda del primer Concurso Moda Museoan, en la que se verán 43 diseños seleccionados entre los participantes en el certamen. Tras dar a conocer el palmarés, se celebrará la 'Navigium Isidis', la ceremonia romana de apertura del mar, que no es novedad pero que «con cerca de 200 participantes, sigue siendo el plato fuerte», dijo Urteaga reivindicando ese apartado de la recreación histórica. «Dies Oiassonis tiene como principal objetivo transmitir información histórica de manera simpática y amena», recordó. «Nada de eso se ha perdido», incidió también Miguel Ángel Páez, delegado de Turismo, «pero la calidad y la extensión de la programación que se daba cada año, nos hizo pensar que teníamos un atractivo turístico de primer orden, capaz de atraer los muchos visitantes que en julio se mueven por la comarca, por Gipuzkoa y al otro lado del Bidasoa». En ese sentido, no podía falta la gastronomía, con más establecimientos proponiendo pintxos y menús romanos, talleres con cocineros y una cena-picnic de sabor romano.