Comercios que reivindican la lectura
José Luis Cueto, frente a una pila de novelas en su librería Jaizkibel de Puiana. / F. DE LA HERA
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UN BUEN NÚMERO DE LIBRERÍAS-PAPELERÍAS DE IRUN MANTIENEN UN HUECO PARA LA LITERATURA EN SUS ESTANTERÍAS
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JOANA OCHOTECO
- IRUN
5 febrero 201709:09
El pequeño comercio, que continúa bregando tras una crisis cuyos efectos se siguen sintiendo, tiene mérito. Más aún aquellos establecimientos que tocan sectores que pasan por su propia crisis, como es el papel. En un mundo cada vez más digital, hay librerías-papelerías que resisten y mantienen un espacio para la literatura en sus estanterías, aunque los nuevos formatos y las grandes superficies no se lo pongan fácil.
Lo corrobora José Luis Cueto desde su librería Jaizkibel, en Puiana: «el problema que tienen las librerías, como el que tiene cualquier otro comercio, es el número de grandes superficies por metro cuadrado que hay. Contra eso no puedes competir, por muchas razones», explica. «Para cuando consigues vender ocho libros, una gran superficie ha vendido ochocientos». No obstante, el establecimiento de José Luis Cueto, que es también papelería, cuenta con una amplia sección dedicada a la literatura.
Hay más razones que explican el descenso en las ventas de libros: «los hábitos están cambiando, y no me refiero sólo a las tablets sino también a la comodidad: hay mucha gente a la que le da igual comprar los libros en una tienda de comestibles o en una gasolinera, por poner un ejemplo. Y es mucho más fácil abrir una revista de cotilleos, cuya lectura no supone un gran esfuerzo, que un libro que te hace reflexionar». Pero, como recuerda José Luis Cueto, «existe, y existirá, gente a la que le gusta leer y tener un libro en sus manos».
«Está bien echar de menos las librerías cuando faltan, pero es mejor acudir cuando todavía están ahí»
El responsable de la librería Jaizkibel cita como conclusión una frase del escritor bidasotarra Fernando García: «está bien eso de echar de menos las librerías cuando faltan, pero es mejor acudir a ellas cuando todavía están ahí y comprarles libros para que no tengan que cerrar».
No muy lejos de la librería Jaizkibel, en la calle Peñas de Aia, la librería Varona mantiene un pequeño espacio literario en su establecimiento, dedicado también a la venta de lotería, prensa y papelería, y que regenta la familia desde hace 41 años. Raúl Varona conversa con sus padres, José y Leonor, sobre cómo, cuando abrieron la tienda, tenían una sección más grande para los libros. «Internet ha hecho daño», comenta Raúl, pero su padre añade que «antes tampoco se vendían tantos libros». Leonor explica que «no actualizamos los títulos que tenemos, porque si no se nos acumularían demasiados». «Y da pena, porque las librerías y el papel 'a la antigua usanza' se van perdiendo, por el tema de la tecnología», señala Raúl Varona.
Patricia Rodríguez trabaja al frente de la librería Patri, en la calle Luis de Uranzu del barrio San Miguel. Entre la prensa, revistas, material escolar y artículos de regalo de su establecimiento los libros siguen teniendo su hueco: «es verdad que se venden menos, pero a mí me gusta leer y fomentar la lectura». No obstante, afirma que los efectos del libro digital «se notan. Pero me gusta seguir teniendo libros, porque siempre está el cliente que prefiere leer en papel».
Mucho valor por poco precio
¿Cuánto vale leer uno de los clásicos para niños y jóvenes de Roald Dahl? Es una inversión incalculable de diversión, imaginación y enseñanzas, y sólo cuesta un euro en la librería Zaloa. Este establecimiento lleva abierto más de 36 años y se encuentra en un sitio idóneo para la venta de papelería y material escolar: frente al instituto Pío Baroja, en la calle Pepito Etxebeste. Pero María Jesús González no renuncia a tener un par de pequeños espacios dedicados a la literatura: en una estantería se apilan las últimas novedades, y en otra, clásicos a precios muy reducidos. «Son libros que se me habían quedado en la trastienda, los he puesto a 1 euro y ahora los voy vendiendo», explica.
«La gente lee, pero sí se ha notado un bajón en las ventas. Las nuevas tecnologías, las crisis, las compras por internet... No es que no se vendan libros, es que la gente compra y lee de otra manera». María Jesús afirma que «es algo que veo a mi alrededor: mi familia y amigos leen en la tablet».
Lara Blasco, de la librería Los Encantos de la calle Pinar, suele tener en su establecimiento «los últimos éxitos y las novedades» del mercado literario. «Desgraciadamente, se venden pocos libros». Apunta a que las ventas suelen tener lugar «en Navidad y en verano», en este último caso sobre todo en formato bolsillo. En su opinión, «el tema digital no ha hecho tanto daño», y apunta a que el principal problema al que se enfrentan las pequeñas librerías es la competencia de las grandes superficies.
Desde la librería Álvaro de la plaza Pío XII señalan que «los libros forman parte de nuestro negocio, donde tenemos de todo», también material de papelería y venta de lotería. «Nunca hemos sido una gran librería» en lo que se refiere al número de títulos literarios, «pero estamos contentos con las ventas. Hay gente que compra en digital, pero también quienes quieren tener el libro en papel. Se siguen vendiendo sobre todo los libros de bolsillo, o en época de regalos, como las Navidades. Lo tangible tiene un valor que no te dan los ebook».
En la librería Landetxa, José Antonio Domínguez explica que en este establecimiento de la calle Bizkaia venden muchos más artículos a parte de libros, pero éstos siguen teniendo también su espacio. Corrobora que en el sector del papel, «tanto en libros, como prensa o revistas, ha habido bajadas en las ventas en los últimos años». Pero, «por supuesto», siguen quedando los que prefieren el papel como soporte literario, «como quien sigue escribiendo a pluma y no a ordenador. En Ventas queda gente que compra libros», pero el perfil «de la vieja escuela» se corresponde con personas de cierta edad «y la nueva oleada tira más por lo digital. Pero seguimos capeando los temporales», afirma Domínguez.
En Aldako, en la calle Dumboa, un expositor de novelas de bolsillo y una estantería dedicada a las novedades destacan entre la prensa, revistas y material de papelería: «ahora estamos vendiendo muy bien los libros de bolsillo. Mucha gente espera a que salgan en ese formato para comprárselos», explica Cristina Estomba. «Los libros se venden, pero no como antes. El libro electrónico ha influido».
El valor añadido
En la librería Kiosco 33 de República Argentina, Manuel Hernández ojea la última novela de Dolores Redondo, ganadora del Premio Planeta. «Me gusta poder recomendar un libro u otro cuando la gente me pregunta. También leo críticas en revistas especializadas» para poder desempeñar esta labor de asesoramiento. Éste es, como afirma Manuel Hernández, el valor añadido de las pequeñas librerías respecto a las grandes superficies, «donde hay libros, pero ya está. Los empleados te pueden decir en qué estantería buscar un título concreto, pero no te recomiendan uno u otro». En su caso, «procuro tener las últimas novedades pero también los libros que más me han gustado. Tiene que haber un poco de todo: novela histórica, policíaca...». Este último género «es lo que más se vende últimamente».
El dueño de Kiosco 33, establecimiento que lleva abierto «unos 25 o 26 años» es optimista respecto al futuro del papel: «hay revistas que se habían reconvertido a digitales y, como han visto que había aceptación, han vuelto al papel». Incluso, «hay gente joven que busca por internet alguna revista o libro que le interesa pero luego te lo piden en papel. Quieren tenerlo y guardarlo en formato físico. Creo que, para que lo digital sustituya del todo al papel, todavía tendrían que pasar muchos años», augura. «Lo digital ha subido, claro. Cuando son libros muy largos, como el último de Carlos Ruiz Zafón; o para llevarse unos cuantos para leer en vacaciones, la gente puede preferir la comodidad del formato electrónico. Pero es un complemento, no un sustituto. La gente a la que le gusta leer también quiere mantener los libros físicos». Manuel Hernández asegura que su trabajo «es bonito, entretenido y cambiante: te hace cambiar a ti mismo y reciclarte, adaptarte a los tiempos».
Existen también en Irun otras librerías que no se dedican a los libros pero se mantienen como papelerías o establecimientos para la compra de artículos de este sector. Es el caso de Amalen (calle Bertsolari Uztapide) o Rosi (calle Lope de Irigoyen). En Aduriz, en la avenida de Navarra, mantienen algunos libros de bolsillo o infantiles, y en la librería Leire de la calle San Ramón se venden libros solamente por encargo. En la librería Juncal de la avenida de Salís queda también un pequeño hueco para media docena de títulos literarios, «poca cosa», explica su dueño, Chema, pero entre los que se encuentra, por ejemplo, el libro de relatos ambientados en la comarca del Bidasoa 'Oskarbi 21'.