Aunque este año celebran su 50º aniversario, la historia de Santiagotarrak se remonta en realidad a la Navidad de 1964. Fue entonces cuando un grupo de jóvenes que vivían en la calle Santiago presentó un Olentzero al concurso que cada 24 de diciembre se celebra en Irun, haciéndose con el primer premio. Ilusionados, decidieron invertir el dinero obtenido en la creación de una sociedad deportiva y se instalaron en la buhardilla del número 36 de la citada calle, cedida por los padres de Jesús, Juncal, Feli yAnamari Córdoba Muguruza.

Allí permanecieron durante ocho años, pasando a continuación a un bajo de la calle Bidasoa y trasladándose un tiempo después a su actual ubicación. Se dedicaron durante aquella primera época a organizar excursiones al monte y a la nieve, partidos de fútbol, charlas, concursos y actividades relacionadas con el remo y posteriormente también con el piragüismo. Al principio contaban solo con algunos bateles, traído uno de ellos desde Pasajes San Juan en el camión de Ángel Lozano. En cuanto al siempre difícil aspecto de la financiación, disponían únicamente de las aportaciones realizadas por los socios, que pagaban diversas cuotas según su edad.

Entre aquellos primeros jóvenes se encontraban Fernando López, Juan José Barandiaran, Felipe Barreto, Migueltxo Almandoz, José Luis Plaza, Maite Vergara, Ignacio Narzabal, Josemari Caballero, Jesús Córdoba, Carlos Sanz, Josemari Lecuona, Joserra Barrio, José Ignacio Galarza, José Antonio Jiménez, Jesús Lozano, Isidro Erauskin, Juan Enrique Lartigue, José Ignacio Fernández, Matias Aguirre, Juanmari Etxeberria, José Luis Badiola, Javier Erauskin yVicente Lekuona.

Muchos de ellos fueron testigos del primer Descenso Internacional del Bidasoa, organizado por el club, que supuso su consolidación definitiva y del que este año se cumple el 50º aniversario. Para organizar aquel importante evento, el 29 de junio de 1967, Luismari Etxepare, Joserra Barrio y Julian Martín remontaron con sus piraguas el curso del río, desde la calle Santiago hasta la presa de Endarlaza, para analizar la viabilidad del descenso. Por el camino fueron anotando en una libreta los obstáculos que encontraban. Utilizaron para ello las primeras piraguas con las que contó el club, regaladas por la Federeación de Piragüismo: una K2 sella amarilla y una K1 roja, que guardarían a partir de entonces en un local cedido por Hilaria Sarasola y Santiago Sartuki.

El primer descenso tuvo finalmente lugar el 30 de julio de 1967 y contó con la participación de decenas de piragüistas llegados de todas partes de España, además de Inglaterra y Francia.

Son los inicios de un club que ha visto pasar y crecer a centenares de irundarras y que, cincuenta años después, sigue lleno de vitalidad. Precisamente sobre aquella primera época charlaron algunos de los fundadores y de los chavales que la vivieron en una comida celebrada en la sociedad Aduana. Se reunieron allí Feli Córdoba con Gabriel Iturbide; María Rosa Calvo; Martín Muguruza; Nati Salazar y Javier Viduria; José Ignacio Fernández 'El francés' acompañado por Belén Berges; María Puy Vielva, que vino desde Barcelona solo para participar en la reunión; Bidane Elortegi; Ignacio Sodupe y Edurne Rojo.

Asistieron igualmente a la cita Ignacio Galarza; Javiertxo Erauskin yRosa Gutiérrez; Juan Luis Serrano junto a Yosune Lopetegi; Emilio Redondo con Rosa Ugarte; José Luis Badiola y Mariasun Egües; Kastor Bengoetxea;Carlos Sanz; Nati Fernández; Petri Casado; Lourdes Olazábal; Isabel Ugalde; Pepi Salaberria; Joserra Barrio conKontxi Aguirresarobe; Mari Luz, viuda de Josemari Caballero; Juan Ignacio Garraus 'Tarzán'; José Antonio Jiménez y Manueltxo Igiñizacompañado por Marisa Mendez.

Fue una cita más de las que durante este año ha celebrado el club para conmemorar sus bodas de oro. Con el mismo objetivo han organizado para el próximo 23 de octubre una marcha regulada que partirá del local de Santiagotarrak y en la que invitan a participar a toda la ciudadanía.

A primeros de este mes de octubre que acaba de empezar estará en las librerías la nueva obra de Edward Rosset: 'Los hielos de Terranova. Balleneros vascos'. El escritor anglo-guipuzcoano y director del Centro de Estudios Stanley vuelve a combinar en esta obra dos de sus pasiones: el mar, al que se dedicó profesionalmente durante una etapa de su vida y la narrativa, en la que sigue trabajando.

Conquistadores y navegantes han poblado las novelas históricas de Edward Rosset, pero ahora es la épica de los balleneros vascos la que ha captado la atención del escritor. 'Los hielos de Terranova', «que tendrá una segunda parte», adelanta Rosset,

ha salido adelante, «gracias a la ayuda del capitán de la marina mercante e investigador histórico Sabino Laucirica», cuenta el autor del libro. «Él me animó a escribir sobre los pescadores vascos del siglo XVI y me facilitó mucha información sobre la vida a bordo de estos hombres, tanto de su rutina diaria, en la pesca del bacalao, como jugándose la vida cazando ballenas. Sin su apoyo, me habría sido imposible escribir este libro, que ahora ve la luz y que espero que guste a los lectores».

En 'Los hielos de Terranova' Edward Rosset embarcará a sus seguidores en la nao San Andrés, que partió del puerto guipuzcoano de Motrico para adentrarse a la caza de ballenas en las frías aguas de Terranova y Labrador, en el año 1576. Es una historia que cuenta «el episodio más trágico» de aquella gesta de los balleneros vascos, que duró más de dos siglos.

Sabino Laucirica, que firma el prólogo del libro, relata cómo en aquel año de 1576, los balleneros se enfrentaron «a un invierno adelantado que deja encerrados en la bahía de Red Bay a casi una decena de barcos y que se salda con un número indeterminado de muertos, que posiblemente alcanzara la cifra de quinientos». Una sociedad tan religiosa como la vasca «honró con solemnes oficios funerarios a los desaparecidos, pero tardó mucho en recuperarse del golpe recibido», añade el marino. La Iglesia, que cobraba diezmos de las capturas obtenidas, no volvería a ver con buenos ojos esta empresa. Demasiadas viudas, demasiados huérfanos».

Según señala Sabino Lucirica, el escritor Edward Rosset narra esta gesta «con soltura, salpicándola de anécdotas y reseñas propias de quien conoce la historia, la tierra vasca donde ha vivido y el mar, que durante tanto tiempo ha sido su medio de subsistencia».

Cuando el marino e investigador sugirió al escritor que plasmara en un libro este episodio de los balleneros vascos, «lo aceptó sin dudarlo y se puso de inmediato a escribir los primeros folios», dice Laucirica. «Creo que él pensó, igual que yo, que teníamos una deuda con nuestros antepasados y no sólo como marinos, sino también como descencientes de ellos que somos».

Edward Rosset, con algunos de sus libros publicados. / F. DE LA HERA