El eslógan era “nos mean y dicen que llueve”; la pregunta era ¿por qué?; y la respuesta es el bar del Congreso, en donde se sirven bebidas espirituosas a precios que no hay vejiga que soporte. Mientras entretienen a los visitantes mostrándoles los estigmas que la balacera del 23-F dejó en el techo, en la cantina se dispensan los copazos a precio de herriko taberna. Sabíamos que en la Cámara Baja había un Salón de los Pasos Perdidos, ignorábamos que hubiera otro a la memoria de los Vasos Extraviados.   Los legítimos depositarios de la voluntad popular jamás encarnarán mejor las aspiraciones ciudadanas que cada vez que se piden otra ronda de copago, habida cuenta de que el vicepresidente de la CEOE ostenta la concesión de la cafetería.   Si la política es el arte de lo posible,  siempre será mejor acometer la tarea moviendo hielos, una actitud que te sitúa al borde de la utopía. Lo que nosotros llamamos transversal, ellos lo llaman combinado. Estamos ante  un microcosmos económico que demuestra que la fórmula de sueldos altos más precios bajos siempre desemboca en la rentabilidad.  Quién no ha creído vislumbrar el inicio de la recuperación económica y los primeros síntomas de creación de empleo allá por el cuarto trimestre a partir del tercer bloody mary. Parece mentira que la troika comunitaria crea que “estímulos al crecimiento” es la productora de Nacho Vidal.